La torre del vigía

Juan Manuel Sainz Peña

Mis héroes también lloran

21 de junio 2009 - 01:00

LA foto es extraordinaria, pero lo que refleja es patético. La portada del Diario el pasado viernes refleja el momento en que un bombero es consolado por un compañero suyo a los pies de la mujer asesinada por su ex pareja en La Línea. El bombero, desolado, mira de reojo la sábana, improvisada mortaja que cubre un crimen más de un canalla, un loco que se salta, como tantos otros, las inútiles leyes de alejamiento; y que se ríe a mandíbula batiente del flamante invento del Ministerio de Igualdad cuya titular, por ahora, parece trabajar sólo para su obsesiva ley del aborto y para, de vez en cuando, inventar palabras que pongan de una vez por toda igualdad entre hombres y mujeres. Palabras que, está claro, van a seguir salvando la vida de un montón de mujeres amenazadas. Pero mi artículo no iba de eso. O al menos no lo pretendo.

Ustedes también habrán visto la fotografía y tal vez, como a mí, la sábana y el bombero me dejaron helado. La diferencia es que la difunta ya no siente ni padece, y al héroe que intentó salvarla, sólo le quedan las lágrimas y, a lo peor, el recuerdo de por vida de unas imágenes horribles que le llevarán a preguntarse si pudo o no hacer algo más para librar a la mujer de los brazos de la muerte.

Ya ven. Uno siempre tuvo en la cabeza la idea de que los bomberos, como los policías o los médicos que van en las ambulancias - todos mis héroes-nunca lloraban con cosas así. Los imaginaba como unos tipos duros, sin miedo al peligro, volviendo tal vez a casa después de hacer su trabajo honradamente, quizá tiznados de humo o con la ropa de trabajo manchada de sangre. Pero las lágrimas... No contaba con ellas. No contaba con la debilidad de mis superhombres. Pero no, no debilita mi imagen de ellos. Antes al contrario: su humanidad la fortalece.

Mis héroes, los héroes de todos y sus lágrimas, deben hacernos ver su dedicación y su esfuerzo, aunque a veces nos preguntemos por qué ocurren ciertas cosas. Tan tremendas. Tan absurdas.

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