Houdini y las gafitas

03 de noviembre 2025 - 03:05

Los ilusionistas buscan embaucarnos. Lo sabemos. Pero nos sigue sorprendiendo su destreza para crear ensueños manipulando con trucos las percepciones del espectador. El éxito de la engañifa está en conseguir que fijemos la atención en el señuelo relajando nuestro natural estado de alerta. Igual que el carterista que indica amablemente al panoli de turno cómo llegar a la boca del Metro mientras le sustrae hábilmente la cartera. El señor Sánchez, en un sublime ejercicio de prestidigitación, se sacó unas gafas del bolsillo et voilà!, el respetable olvidó por qué y para qué se le había citado en el Senado.

La capacidad del presidente del gobierno para flirtear con el engaño –lo que él, eufemísticamente, llama cambios de opinión– y su forma trapacera de desenvolverse en la arena política es más que legendaria. Lo que me cuesta entender es que sigamos cayendo en sus añagazas. A estas alturas, nadie debería sorprenderse de que ante cualquier hecho que pueda perjudicarle, reaccione sacando un conejo de la chistera. Y quien dice un conejo, dice el cambio de hora, el liderazgo universal del progresismo, la guerra de Gaza, el pacifismo, la resiliencia, su oposición al presidente Trump o la gran estrella de su mandato: el siempre redivivo general Franco, indiscutible vedette involuntaria del sanchismo.

El numerito de las gafas del señor Sánchez me ha traído a la memoria el escándalo que protagonizó Joaquín Argamasilla, hijo del marqués de Santacara, allá por los años veinte del pasado siglo. El muchacho, alentado por su padre que creía firmemente en sus poderes parapsicológicos, afirmaba ser capaz de ver a través de cuerpos opacos. Lo que denominaba metasomoscopia. Y se dedicó a hacer demostraciones leyendo notas guardadas en cajas herméticas o adivinando la hora que marcaba un reloj oculto. Convenció a Valle-Inclán y consiguió que lo examinara en París el doctor Richet –premio Nobel de Medicina– que avaló sus poderes. Hasta que topó con Houdini en Nueva York y el famoso ilusionista le dejó en ridículo y desveló sus trucos, consiguiendo que el marquesado trocara para los guasones en Santacara…dura. Acabó siendo director general de Cinematografía y Teatro. Muy apropiado dado su historial.

Esperemos que de una vez, alguien, aunque sea otro prestidigitador, le destripe el repertorio de ardides al señor Sánchez y dejemos de caer en tantas artimañas que nos distraen de lo esencial: su desgobierno.

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