Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Aguanta, se agarra como un clavo ardiendo a las palabras de un Pedro Sánchez que actúa como si no viera la desolación que se advierte a su alrededor. La izquierda sobrevive, pero está mortalmente herida. Y Sánchez se resiste a admitir que él es el principal responsable de que los sondeos, unánimemente, reflejen que la izquierda española se desmorona y solo resiste porque hay miedo a que se cumpla la amenaza a la que tanto recurre Pedro Sánchez: o yo o el abismo; o yo o la ultraderecha. Sin embargo, empieza a calar la idea en infinidad de españoles votantes de centro e izquierda, que es peor la continuidad del sanchismo. Además, está por ver que Feijóo se eche en brazos de Vox.
Los responsables del fiasco que vive actualmente la izquierda tienen nombre. El principal, Pedro Sánchez, que además de convertirse con el tiempo en un personaje detestable por su obcecación en la mentira, el engaño y la falta de principios, no ha sabido entender que gran parte de votantes socialistas son personas de orden.
Contemplar la amalgama de siglas a las que ha recurrido Sánchez para mantenerse sin importarle ideología ni trayectoria, las cesiones que indican un entreguismo que avergüenza, el asalto a las instituciones para utilizarlas a conveniencia y, sobre todo y por encima de todo la corrupción, que supera todo lo visto hasta ahora sin que Sánchez haya entonado ni un mea culpa, ha calado al fin. Sánchez contraataca con un falso victimismo que provoca un fuerte rechazo en una parte importante del votante de izquierdas, escandalizado además por lo que hoy es un hecho: la escasa atención que ha puesto Sánchez en la formación de su equipo, plagado de personajes que han demostrado ser indignos de ocupar un cargo público.
Al nombre de Sánchez se suman otros izquierdistas recalcitrantes de escasísimo nivel, tanto intelectual como político. Aunque alguno de ellos, como Pablo Iglesias, presume de importante trayectoria docente cuando ha acabado como profesor sustituto porque no alcanzó el nivel debido en las oposiciones. A Yolanda Díaz ya la habían calado los gallegos, que jamás le dieron confianza. Y se suma también el servilismo exagerado de ministros que, por puntuar mejor ante el presidente, han abrazado causas de las que abominaban. Como se suma el ninguneo y escaso respeto que demuestra Sánchez hacia dirigentes de su partido con unos principios irrenunciables.
No sorprende el declive de la izquierda española. Es más, si no fuera por los fallos de la oposición, el declive sería mortal.
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