Jerez: despensas vacías, 1.000 kilos de alimentos y la Hermandad de la Cena

Representantes de la Cena, en la entrega de alimentos al Comedor del Salvador. 
Representantes de la Cena, en la entrega de alimentos al Comedor del Salvador. 

20 de octubre 2025 - 07:10

NO fallan ni a sol ni a sombra. Permanecen -nunca contra todo pronóstico- a la altura de las circunstancias. Existen Hermandades -haberlas, haylas- que no reprimen ni disimulan -ni falta que les hace- su propensión a la causa social. Hete aquí su mérito e incluso su derecho adquirido. No tienen por qué silenciar la aportación, la contribución, el donativo ora económico ora en especies que entregan a contrarreloj y a veces a contracorriente -obtenido como fruto del ex profeso trabajo activo en aras del puntual o permanente requerimiento-. Dad de comer al hambriento. De beber al sediento. Antes y ahora. Hic et nunc. Ayer y antier. También -¡faltaría más!- en la heteróclita modernidad del siglo XXI. Siempre que los imponderables ajenos -las necesidades más acuciantes del prójimo (sean de la índole que fueren)- llaman a retreta, allí sacan pecho -la mayor de las veces musculando un esfuerzo ímprobo- estas corporaciones solidarias -como un maná imperturbable de generosidad a espuertas-. Dan lo que no tienen pero enseguida buscan -¡y hallan!- con denuedo. No son cofradías que se ufanen de cara a la galería en cuanto a logros estrictamente de régimen interno. Defienden a ultranza una idoneidad operativa/educativa (porque a menudo no existe coram populo aquello que no se conoce: léase: tampoco la mano derecha debe por norma obviar -menos todavía silenciar- las acciones de la izquierda -y viceversa-). Con todo y con eso, dicha heroicidad, que a la postre es humanidad -amar al prójimo más desfavorecido como a uno mismo-, no forma parte de un plan estratégico de marketing institucional para estas concretas Hermandades. Sino la respuesta -de suyo franca y sincera- de una intención -de un convencimiento- ni por asomo impostado.

Hace días el Comedor El Salvador lanzó in extremis un SOS. El cuarto poder, o sea la prensa, pronto se hizo eco del comunicado de auxilio. De la llamada -o llamarada, en atención a su caliente actualidad- de viva voz angelical. Las provisiones de El Salvador habían tocado fondo. Extinguidas en su dadivosidad. Los alimentos no contaban con su punto y seguido. Brillaban por inapelable ausencia. Las despensas no tenían dispensas. Estaban vacías como una impotencia ante lo irrefrenable. Como el horror vacui de un retratista primerizo. Como el primer verso de un romance a medias emborronado por la punta de una estilográfica que en un santiamén alternó de propietario. Como la retina del estólido. Como la cantimplora del espía sin confidente que hunde las suelas de sus zapatos en las arenas del kilómetro cero del desierto del Sahara. Como las páginas blancas del cacareado libro de los gustos. Las despensas, sí, vacías. ¡Y secas! ¡Muy secas! Como la boca del doctorando segundos antes de la prueba definitiva. Como la hoja otoñal sobre el césped de un parque sin niños. Como la tinta china color verde de las germinales cartas de amor de la abuela materna. Como la zanja que in illo tempore fue riachuelo. Como el cajón apolillado del aparador antiguo. Como el clavel tronchado por la ventolera del olvido…

Las hijas de la Caridad hicieron honor a su nombre para no desfallecer en la intentona. Y -nunca mejor asentada la expresión- pusieron el grito en el cielo. En el cielo del corazón de los bienaventurados. De modo que saltaron a la palestra, como una exhalación, las Hermandades que también operan de puertas afuera -las que encuentran la enseñanza evangélica no en la fraternidad maquillada sino en la obra de igual a igual, sin charangas ni vocinglerías-. Hermandades constructoras de sociedad. No supeditadas al modismo del orgullo de pertenencia sino conscientes de una integración y por ende compromiso con la realidad -y no entelequia- de ese todo que dimos en llamar ciudad. Tú eres tú y los latidos circundantes -los estratos- que te alcanzan. No transcurrieron ni veinticuatro horas del anuncio -en este caso todo lo contrario a renuncio- del Comedor El Salvador cuando la Hermandad de la Sagrada Cena entregó a las hijas de la Caridad, a través de la bolsa ‘Padre Carlos’, la cantidad de 1.000 kilos de alimentos -macarrones, espaguetis, fideos gruesos y finos, garbanzos, lentejas y alubias-. Los máximos dirigentes de esta cofradía del Lunes Santo -que siempre están al quite, con resultados inmediatos, ante encrucijadas de tamaña envergadura- solicitaron a las religiosas que no achicaran para lo sucesivo ninguna voz de alarma. La voz alta cuando la necesidad apremie. La voz del amparo. ¡Enhorabuena a los cofrades de San Marcos!

stats