Jerez: ¡Qué gran rato de cofradías en la Piedad! (y III)

Cristo Yacente, en la Capilla del Calvario.
Cristo Yacente, en la Capilla del Calvario.

03 de noviembre 2025 - 05:26

El rugido de una moto que acelera a todo gas penetra intramuros la capilla del Calvario. José Manuel Moreno Arana hace una pausa mientras pasa la estridencia. La intensidad del debate no decrece. Antonio de la Rosa comenta que las hermandades de Ánimas fueron relevantes durante el siglo XVIII. El personal, en su mayoría, no sabía leer. Los retablos en efecto aportaban la imagen -o las imágenes- que valían más que mil palabras. Que cientos de miles de palabras. Era época de pavor a la muerte. Huelga decirlo. Los fieles enseguida comprendieron la disposición del Purgatorio en la zona baja, en el faldón, del retablo de Ánimas, y la luz celestial arriba. Antonio remarcó que “me gusta espacialmente el retablo de San Lucas, con los medallones que presentan sombreros de príncipes, obispos, cardenales. Las iglesias, en aquella época, se abrían todos los días y todo el día, desde el amanecer hasta el anochecer. Las misas eran sucesivas delante de los retablos de Ánimas. Os traslado un apunte personal. Mi suegra siempre reza a las Ánimas. Ella nunca ha tenido despertador. Jamás. Y siempre se despierta a la hora que se tenga que despertar, aunque sea muy temprano, para madrugar. Cuando le he preguntado en alguna ocasión cómo la hace, me responde que le reza a las Ánimas y les dice a qué hora se tiene que levantar. Y eso hacen. Abre los ojos sintiendo como si alguien le tirara de las sábanas”.

La muerte iguala a todo hijo de vecino. A toda persona al margen de su condición social. La muerte no hace distingos. Ni nos hace distintos. Los contertulios referencian la pujanza de la iglesia de San Lucas in illo tempore. Allí radicaba la cofradía de Ánimas, también la sacramental, la conocida como la de Guadalupe, pero, con todo y con eso, además disfrutó durante una etapa del buen hacer del sacerdote Juan González de Silva, que fundó e instaló en esta iglesia la cátedra de Moral -a fin de formar a los sacerdotes de la ciudad-. Se fundamenta que con toda seguridad él ideó este retablo -para cuyo diseño se precisa una vasta formación-. A decir verdad, hermandades sacramentales y de Ánimas no faltaban en ninguna parroquia. Eran, por lo demás, corporaciones con holgados recursos económicos. Con decir que poseían inmuebles para sus alquileres está dicho todo. Esta bonanza contable posibilitaba el encargo de retablos de consideración. El poder adquisitivo lo permitía con creces.

Esteban Benítez ha sido docente durante muchísimos años. Antonio de la Rosa, por razones profesionales, ha de ejercer de guía artístico a no pocos grupos de todas edades, jerezanos o no. Ambos coinciden en que “no es lo mismo explicar esta temática de las Ánimas dependiendo de las edades”. Las personas adultas -más aún si pertenecen a la tercera edad- enseguida captan el mensaje, pero en cambio los jóvenes se muestran escépticos, cariacontecidos. Esta paradoja enlaza con la pregunta que el moderador

Eduardo plantea casi en el epilogo del acto: ¿Por qué ha decrecido el interés por todo esto cuando hace años las hermandades de penitencia también mostraban su preeminencia para con la muerte: léanse la confección de los paños mortuorios, por ejemplo, o los célebres cultos de Ánimas del Dolor, el Cristo o la Soledad? Responde Esteban: “Hemos ido abandonando muchas cosas de la Iglesia. Entre ellas las Ánimas. Nadie quiere nada con la muerte. Los jóvenes, como decía Antonio, no le ven sentido a un retablo de Ánimas. Porque hay conceptos que están un poco desviados. La influencia de otras culturas también merma todo esto. Halloween nos sirve como botón de muestra. O la Navidad. Cuando en las visitas a San Lucas he tenido que explicar el cuadro de San Nicolás muchas veces se ha terminado comentando la personificación de Papá Noel, que por mor de la Coca-Cola se ha convertido en otra cosa”.

Antonio considera que “las cofradías son un fiel reflejo de la sociedad. En los propios cementerios es raro ver personas jóvenes. Y las hermandades se limitan ahora a las misas de difuntos y a vestir a las Vírgenes de negro”. Juan Jacinto del Castillo cierra con una interesante reflexión: “La secularización ha llegado hasta tal extremo que la gente no cree en la otra vida. Ahora parece que todo el mundo va al cielo. Según la Fe se fue disolviendo, la tendencia aumentó en perjuicio de las sacramentales y las hermandades de Ánimas”. Nota a pie de página: prácticamente todos los participantes coinciden en una denuncia y una pregunta a colación: algunos retablos de Ánimas de la ciudad precisan con urgencia -en tanto llevan años esperándola- una restauración harto necesaria: ¿habrá que esperar al Juicio Final para conseguirla?

Macabro Escape Room
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