
Notas al margen
David Fernández
Llanto por la falta de viviendas
Jerez Íntimo
El depósito de mi pluma estilográfica no se ha secado en cuanto al continuum de la remembranza periodística que merece el legado cultural de Andrés Luis Cañadas Machado. Escribí, meses ha, una necrológica -en dos entregas- pocas horas más tarde del sepelio del reconocido académico. Expresé entonces todo cuanto me vino en gana (sin someterme a los arbitrios del tipismo de ocasión sino a la tamaña experiencia de haber convivido muchos años al abrigo de quien supo construir ciudad -y hacer, con gran estilo, sociedad-, amén un sinfín de iniciativas consagradas no por el quite de Eolo y sí por el temple del conocimiento de causa). Un obituario precede a la esquela porque los datos no son genealógicos ni figuran en ningún libro que hallemos a mano o a trasmano. En su escritura no coopera ni el espontáneo desarrollo de la conciencia ni el decrecimiento anímico ni la caída en picado del teórico baile versallesco que asumen los dedos encima del teclado. La necrológica está henchida -y no hinchada- de seis recuerdos, dos anécdotas y un triple desahogo de certezas. Con el lagrimal humedecido “las palabras no caen en el vacío”, por citar a Zohar. La necrológica no admite baraja de alegorías ni luces de posición sideral ni incluso la pronta luminosidad del plenilunio. Andres fue tan libre que jamás admitió, a su arrimo, el gris señuelo de los iscariotes y vendepatrias. Los despachaba “ligero, siempre ligero”, como apostillaba León Felipe, para “que no hagan callo las cosas, ni en el alma ni en el cuerpo”.
Escribir al dictado de la nostalgia es la antítesis del reloj de arena: la voluntad indagatoria no tolera la cuenta atrás. El 29 de abril de 1948 César González-Ruano escribió un artículo en el periódico ‘Informaciones’ dedicado a Emilio Carrère. En el segundo párrafo aseguraba que “Carrèrre representa su época con más derecho que nadie tal vez porque, en cierto modo, esa época fue un invento suyo”. Al socaire de tal afirmación me pregunto si el actual Jerez no es en parte un invento personal que supo hilvanar -enhebrando proyectos y acciones socioculturales- Andrés Luis Cañadas. Sea como fuere, hoy procedo a repasar, grosso modo, con miras a las nuevas generaciones, la obra en negro sobre blanco, las publicaciones más destacadas de Andrés Luis. Nos ahorramos pregones por suelto. Aunque Andrés no se metió de hoz y coz en el quehacer literario al menos durante la larga trayectoria ejecutiva como director de radio, tampoco es menos cierto que por lo común siempre tuvo un encargo en ristre (hasta pegar el sprint final con obras hoy esenciales para según qué tratamientos y temáticas). Comencemos por el libro ‘Historia de la Real Academia de San Dionisio de Jerez de la Frontera. 1948-2018’ y cuyo contenido recoge los primeros setenta años de existencia de la docta casa jerezana, además de un apéndice fotográfico de veintisiete imágenes.
De entre la cosecha de sus aportaciones librescas, quizá la biografía de don Rafael Bellido Caro, primer obispo de Jerez, ‘Dejadme ser obispo a mi manera’ figurase entre las predilectas de Andrés. Sus casi 500 páginas constituyen un documento imprescindible, de primera mano, para el conocimiento exhaustivo del legado de don Rafael. Ya en su prólogo el cardenal Carlos Amigo Vallejo aseguraba que “Andrés Luis Cañadas, además de un renombrado periodista y notario cualificado de la diócesis de Asidonia-Jerez, estuvo muy cerca de monseñor Bellido Caro. Fue consejero y amigo”. Carlos Herrera prologa ‘Historia sonora de Jerez. Las emisoras de radio jerezanas (1900-2015)’. Andrés dedica este derroche de investigación y compilación “a la memoria de mis compañeros Juan Antonio Navarro, Eduardo Rinconada, Manuel Yélamo, José Antonio Benítez, Rafael Fernández, Arturo Pérez Camacho, Eloísa Roldán, Manuel Estévez, Antonio Peña Bernal y Juan de la Plata Franco Martínez, con quienes compartí tantas horas de amistad y de radio. Para mi esposa Mª del Carmen, mis hijos y nietos”. Junto a Antonio García Barbeito, José Carlos Fernández Moreno, Francisco Javier Segura Márquez y quien suscribe firmó el libro ‘Gubia de letras’, editado por Ediciones Presea.
También Ediciones Presea edita ‘La vida en un blo(c)g’ que recopila una selección de comentarios que Andrés Luis Cañadas fue escribiendo en su blog desde el verano de 2016 hasta finales de 2011: ardua y comprometida tarea que se impuso a sí mismo al alcanzar la edad de la jubilación en la Cadena COPE. Y esto, ¡faltaría más!, para cumplir al pie de letra cuanto Andrés siempre reafirmó hasta la saciedad: que el periodista lo es mientras viva. Especial mención merece la edición del Pregón de la Semana Santa de Jerez 1978, pronunciado por Cañadas: “Yo confieso, ante Dios Padre, y ante vosotros, hermanos, que me abruma la responsabilidad y el orgullo de ser pregonero de Jerez”. La diócesis Asidonia-Jerez hizo posible en 2008 la publicación de un libro siempre de cabecera: ‘Pensamientos’ de monseñor Rafael Bellido Caro, con prólogo de don Juan del Río Martín e introducción y transcripción de textos de Cañadas Machado. Entrecomillo una de estas reflexiones de don Rafael, a cuyo dictado Andrés siempre se entregó a manos llenas: “Cada mañana echa su semilla en la tierra de tu alma: cuídala, escárdala, riégala… Pódala… Ése es tu trabajo para que pueda crecer”.
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