NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Llueven testimonios por doquier de jerezanos que compartieron vivencias y lazos fraternales con Jerónimo. Como, verbigracia, aquella Asociación Deportiva el Pilar -un club de fútbol en suma- cuya junta directiva, corriendo el año 1965, estaba integrada principalmente por Enríquez Hernández (presidente), Antonio Fernández Vera (tesorero) y el propio Jeromo (secretario). Momo, como también se le conocía, fue pionero en la doble vertiente de compaginar el ejercicio de redactor y el de publicista en un medio de comunicación. Su casa de referencia ha sido por largo Radio Jerez Cadena SER, medio decano de la ciudad tan tenaz y profesionalmente presidida por la familia Ruiz-Cortina.
Jerónimo fue un cristiano ejemplarizante. Me cuenta el académico Francisco António García Romero, su compañero hombro con hombro, durante muchos años, de presidencia del Señor de la Flagelación en tan clásica cofradía del Miércoles Santo, cómo Jerónimo fue fiel a la túnica nazarena hasta que esta misma Semana Santa de 2025, ya el periodista tocado del ala de la enfermedad, con más voluntad que posibles físicos, hizo de tripas corazón, sacó fuerzas de flaqueza, y de nuevo se revistió del santo hábito nazareno apoyado en el necesario andador. Recorrió únicamente las primeras calles del itinerario a trancas y barrancas, realizando un ímprobo esfuerzo fuera de lo común, pero la heroicidad ha de fundamentarse en términos de testimonio sin parangón.
Mi amistad con Jerónimo se intensificó a partir de confesarse lector fijo de esta sección periodística que firmo. No era infrecuente su inclinación a relatarme sucesos y anécdotas del Jerez de antaño con profusión de datos -como manufacturados por la pulcritud de una memoria desprovista de vacilaciones-. Conversábamos en cafeterías más bien discretas a petición del mismo Jerónimo, en tanto “así quedamos menos a la vista de la curiosidad humana”. ¡Qué requetebién conocía las claves de la ciudad! Con el tiempo me alegré sobremanera de haberle nombrado pregonero de la Feria de Jerez hace apenas un par de ediciones, compartiendo cartel con Laura Gallego y Gabriel Mateos. Asumió la encomienda con una ilusión inusitada. A tal fin, o a expensas de tamaño pretexto, nos citamos repetidas veces. Para hablar, de paso, de lo divino y humano. En cierta ocasión, bajo la placidez vespertina del Club Jacaranda, esbozando media sonrisa, me trasladó un consejo de sabio nunca en sombras: “No regales ni confieses tus ideas hasta no las tengas atadas, registradas y organizadas, no las comentes así como así, porque el menos pensado te las puede robar o incluso chafarlas de antemano; somos muy dados a estropear las propuestas interesantes cuando no son nuestras”. La sugerencia me vino de perillas.
Poco antes de su justo nombramiento como Hijo Predilecto le trasladé mi intención de dedicarle un artículo de al menos dos entregas en Diario de Jerez recorriendo su vida y, por ende, sus recuerdos. De inmediato aceptó, agradecido. Pocas fechas más tarde me emplazó en su casa de la calle Arcos. La misma mañana de nuestro encuentro recibí in extremis su llamada telefónica: las cosas se torcieron y, contra todo pronóstico, iba camino del hospital. Entró en la fase de altibajos. Días antes de fallecer logró enviarme los primeros párrafos a fin de comenzar a corresponder cuanto textualmente deseaba que un servidor reflejara en papel prensa. La muerte cercenó la continuidad de esta pactada colaboración. Como homenaje a su memoria y como correspondencia a su deseo, entrecomillo sus ahora ya póstumas palabras: “El desarrollo de mi infancia fue plenamente feliz. Somos cuatro hermanos que nacimos en la calle Medina 43, de Jerez. De la mano de Dios y del histórico médico don Juan Carlos Durán Viaña, muy conocido en la ciudad por sus intervenciones como ginecólogo. El ilustre doctor contaba con el apoyo de una señora llamada María Zurita, que era la ayudante habitual de don Juan Carlos, como matrona. Mi infancia, que se contempla desde los 5 años, hasta los 12, se sitúa sobre un doble emplazamiento. Todos los años era costumbre, en mi casa, combinar nuestra estancia doméstica entre nuestra casa de la calle Medina y la que contabilizamos con la llegada a Picadueñas, que, con el transcurso del tiempo, se convertiría en Villa del Duque, por la circunstancia de haberse producido la venta del inmueble a la firma Zoilo Ruiz-Mateos. Durante este tiempo hubo ocasión de hacer travesuras de todo tipo, como querer reparar los contenedores de la basura, siendo tan movido el ambiente que en abril del año 1959 hubo ocasión de obtener la fundación del equipo Club Deportivo Amargura. La alineación titular la formaban Camba, Juan Naupaver, Ramón Fernández, (Monchi q. e. p. d.), Antonio Sánchez Romero (q. e. p. d), Adolfo (emergente empresario fundador de New Costa de la Luz), Paco Hidalgo, Juan Sánchez, Antonio Vega, Antonio Mendoza, Paco Maraver y Elías Cerda. El primer partido disputado por la Amargura ganó por dos goles a cero al Estudiantes”. ¡Que tu característica voz no se apague jamás, querido Jerónimo!
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