Jerez, 1 de septiembre de 1953: san Arturo, Cantinflas y un perro mordedor

Los comercios del centro de Jerez funcionaban a pleno rendimiento. El jerezano de los primeros años de la década de los 50, a la hora de emprender, arbitraba enseguida el vuelo de la imaginación. Ganarse el pan con el sudor de la propia frente es pitanza que mejor sabe -aunque para gustos, colores- si se adoba en el escabeche del esfuerzo personal. A quien madruga Dios le ayuda… no es ningún resabiado recurso del refranero menos trotón. El tiempo nos regala la merced de la perspectiva. Estos artículos del Jerez de antaño están siendo aprovechados por innúmeros hijos jovenzuelos de la ciudad de hoy día. No caben receptores más propicios. Este servicio -periodístico- colma de satisfacciones a quien suscribe. Ya la copla señala que tampoco importa saber demasiado hacia dónde nos dirigimos –¡el carácter visionario a veces se ríe por lo bajinis y a capricho- si, por el contrario, en efecto estamos harto convencidos de dónde procedemos. Las raíces constituyen nuestra base de cotización idiosincrásica…

R. Flores abrió bien temprano su comercio de materiales de construcción -con medidas exactas- sito en calle Peones, 9. No faltó clientela selecta durante la mañana del 1 de septiembre. Muchísimo se hablaba entre los industriales del centro de Jerez y los clientes que pulularon de este a oeste a propósito de una noticia futbolística de impacto: el Real Madrid gestionaba un sí es no es consumado el fichaje de Alfredo Di Stéfano. La ‘saeta rubia’ estuvo aquellas horas en un tris de revestirse de la camiseta blaugrana. La murmuración y la confusión regaban los decursos de los mentideros. Di Stéfano se dirigía, por carretera, a Barcelona. Cambio de tercio: en el Parador de San José, concretamente en la calle San Agustín, sufrió a pocos metros de su domicilio una mordedura de perro Pedro Martínez Maestro, de 56 años. Resultó lesionado en el muslo derecho. Durante la jornada, festividad de san Arturo, celebraron su onomástica los señores Martínez, Ribas, Tarrío Godino, Fernández Chinchón y Paz Argudo.

El verano aún blandía la bandera de las altas temperaturas. De modo que las noches de asueto no mermaron en ambientación. Las calles más concurridas eran las que trazaban el itinerario más corto con destino a los cines. El séptimo arte -la caja de los sueños in situ- encendía sus fotogramas por doquier. De actualidad o en la modalidad de reestrenos. Al respecto de estos últimos aquel primer día de septiembre de 1953 no escasearon los títulos en la amplia cartelera local: así, por ejemplo: ‘Agárrame ese fantasma’, con Abbot y Costello, en el Cine Jerezano; ‘Mara Maru’, producción de la Warner Bros protagonizada por Errol Flynn y Ruth Román, en el Cine Astoria; ‘Los hijos de los mosqueteros’ –“raudos sobre sus corceles y ágiles con sus espadas, lucharon contra la traición y les sobró tiempo para el amor: sus gestas hicieron honor a las espadas de sus padres”: actores principales Coronel Wilde y Maureen O’Hara- en el Cine San Agustín; ‘El hombre atómico’ de Cantinflas en el Cine Santo Domingo: “De la sonrisa a la risa. De la risa a la carcajada incontenible”-; el Cinema X ofrecía ‘Con las horas contadas’ de Edmond O’Brien y Pamela Britton; el Cine Santiago la producción nacional ‘Duda’ cuyos protagonistas, Conrado San Martín y Elena Espejo bordan sus respectivos papeles y el Cine San Telmo: otro reestreno de los mencionados Abbot y Costello: ‘Vuelven de la guerra’. Todas estas películas eran toleradas para menores. En el capítulo de rigurosos estrenos el Cine España -con servicio de tranvías a la puerta- anunciaba la más divertida producción de la entonces celebérrima pareja Stan Laurel y Oliver Hardy, popularmente conocidos y reconocidos como el Gordo y el Flaco: ‘Mi amigo y yo’. Durante la proyección fueron sorteados regalos entre los niños.