Alvar Núñez Cabeza de Vaca

Monumento dedicado a Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la calle Ancha.
Monumento dedicado a Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la calle Ancha.

19 de febrero 2023 - 05:00

'… y por nuestros pecados permitiesse Dios que de cuantas armadas a aquellas tierras han ydo ninguna se viesse en grandes peligros, ni tuviese tan miserable y desastrado fin, no me quedó lugar para hazer mas serviçio deste, que es traer a Vuestra Magestad relación de lo que en diez años que por muchas y estrañas tierras anduve perdido y en cueros, pudiesse saber y ver, ansi en el sitio de las tierras y provincias y distancias dellas, como en los mantenimientos y animales que en ellas se crían y las diversas costumbres de muchas y muy bárbaras naciones con quien conversé y viví'.

Esto le escribiste al César Carlos en la introducción de tu libro, 'Los Naufragios', que se publicó después de tu primer viaje a Las Indias. ¡Qué tiempos aquellos! Eras la estrella de todas las reuniones y lo más granado de la sociedad se peleaba porque te sentases en sus salones a contar tus aventuras. Hoy eres viejo y pobre, y estás en Valladolid asfixiado por los pleitos, luchando contra una burocracia que te prolongará esta agonía hasta que te lleve la tierra. Hasta te ponen de cuentista los autores más reputados. La Fortuna, Alvar Núñez, la Fortuna, que un día te saca a hombros y al siguiente te arrastra de la barba.

Pero olvidemos por un momento esta desgracia y volvamos a Jerez, esa ciudad alegre y rica que te vio nacer. Fueron años felices aquellos de niño. La guerra de Granada había terminado y tu abuelo Pedro de Vera había conquistado las Islas Canarias. Una de las más reputadas familias de la ciudad que criaba a sus retoños para mayor nobleza del reino. Sé que estuviste batallando en Italia, donde te hicieron alférez, y también contra los comuneros, esos que se atrevieron a levantarse contra su majestad imperial. Luego entraste a servir al duque de Medina Sidonia como miembro de su séquito, aunque aquella historia no acabó bien y decidiste poner tierra de por medio. Bueno, tierra, tierra no fue, sino un inmenso océano que llevaba a nuevas, maravillosas e inabarcables tierras que conquistar.

Pánfilo de Narváez, se llamaba el capitán, y tú ibas como tesorero de una expedición de 600 hombres de los que se quedaron en Cuba la mitad. El resto se dirigió a La Florida y allí fue donde empezaron las desgracias. 200 desembarcasteis mientras que el resto os seguía por la costa, pero llegó un punto en que os dio por perdidos y regresaron a Cuba. Los huracanes, el hambre y las fieras se encargaron de vosotros, de una manera muy lenta, pero decidida, hasta que solo quedasteis cuatro.

Una vez perdido el norte, desamparados y sin apenas referencias, construisteis unas barcas con cuero para intentar llegar a la Nueva España, pensando que estaba cerca. Los pocos que ibais sobreviviendo naufragasteis en un mundo raro, donde continuó la aventura.

Ríos más grandes que el de Sevilla, animales extraños, como 'aquel que trae los hijos en una bolsa que en la barriga tiene y todo el tiempo que son pequeños los traen allí hasta que saben buscar de comer' y aquella tierra 'donde hay muy grandes y hermosas dehesas de muy buenos pastos para ganados que seria tierra muy fructífera si fuesse labrada y habitada de gente de razón'. ¿Te paraste a pensar qué se les pasaría por la cabeza a esa gente sin razón cuando os vio salir de no se sabe dónde, desnudos, famélicos, llenos de mataduras y hablando una lengua extraña?

Pero no había ocasión para pensar. Llegasteis a comer carne humana, amén de todo bicho viviente, padecisteis guerras, hambre, enfermedades, la esclavitud y el maltrato, aunque también la veneración de los naturales. Porque no me dirás, Alvar Núñez, que no fue una suerte que cogierais fama de sanadores milagrosos. 'Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios y dixeron que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel punto los indios dixeron que todo el mal se les avía quitado; y fueron a sus casas y traxeron muchas tunas y un pedazo de carne de venado, cosa que no sabíamos qué cosa era y como esto entre ellos se publicó, vinieron otros muchos enfermos en aquella noche a que los sanasse y cada uno traía un pedazo de venado; y tantos eran que no sabíamos dónde poner la carne'.

Eso fue lo que os salvó de morir a manos de aquella gente que un día os daba de comer y os acogía en su tienda, y al siguiente os colocaba bajo una lluvia de flechas. 600 leguas -unos 3.000 kilómetros- vagando por aquellas tierras, rogando a Dios llegar a tierras de cristianos, hasta que un día, ocho años después de llegar a La Florida…

La Villa de San Miguel -hoy Culiacán de Rosales, en el estado de Sinaloa, México-, se llamaba el sitio donde encontrasteis a unos castellanos que andaban más que entretenidos tratando de esclavizar a los indios. Después de tanto tiempo entre ellos, le recomendaste a tus paisanos que los tratasen con delicadeza, que sería mejor para todos, aunque no sé si os harían caso.

Luego la vuelta a España, la fama, y el mando de una expedición para poblar el Río de la Plata. Allí en Paraguay, donde las Cataratas de Iguazú, llagaron los problemas. Tú que llegaste para poner orden entre los conquistadores acabaste siendo víctima de su envidia y ambición. Volviste a Castilla preso y acusado de no sé cuántas cosas, con el Consejo de Indias en tu contra, envenenado por no se sabe qué mentiras. Ahora estás viejo y arruinado, esperando que el emperador te haga justicia. Justicia que nunca llegará. Ya nadie se acuerda de ti, Alvar Núñez. Ya ves el amargo pago que da esta patria a sus héroes.

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