Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
NO es el lector que aparecerá en las líneas que siguen aquel Michael, fruto de la imaginación del escritor alemán Bernhard Schilink -luego llevado al cine por Stephen Daldry- que vivirá atormentado por el recuerdo de Hanna, la mujer de pasado tenebroso y a la que leía libros clásicos como la Odisea o La señora del perrito de Antón Chejov, entre otros. Aunque hay un detalle que los une y es la de leer, por razones bien distintas eso es cierto, para otros. Me topé con él en el laberinto de calles que rodean la plaza del Mercado. Hacía años que no nos veíamos, entonces él era un recién licenciado y escritor en ciernes que apuntaba maneras en la prensa local o en algunas ediciones colectivas de jóvenes promesas literarias. Tiempos que no volverán Ramón, me contestó, y menos tras esta crisis devastadora que parece no hace distingos a su paso. Pero aquel viejo conocido luego me dio cuenta de una historia para mi fascinante y de la que él mismo era protagonista. Soy lector, así como suena, lector por cuenta ajena aunque parezca algo raro. Ahora mismo vuelvo de una lectura de este libro, Dersu Uzala de Arseniev, para una señora ya muy mayor, y que fue uno de esos niños a los que la guerra hizo exiliarse en Rusia. En este caso ella volvió, y ahora, cuando hasta la vista le falla, lo único que la consuela es que le lean pasajes de autores rusos. Y como a ella, Ramón, tengo otros muchos llamémosle clientes que, no sólo en Jerez, por diversas circunstancias siendo grandes lectores en otro tiempo, ahora no pueden o prefieren que otros lean por ellos. He pasado, Ramón, de ser el escritor impaciente al lector paciente. Reímos la ocurrencia y quedamos para tomarnos un café en otra ocasión y hablar con más calma sobre su actual y singular tarea, que por lo visto no solo le ocupaba materialmente el tiempo sino que colmaba todas sus aspiraciones presentes y futuras, algo que me sorprendía en alguien que apenas unos años antes ardía en deseos de alcanzar la 'gloria' literaria. Este lector paciente y sus mil historias pequeñas y grandes que va conociendo al ritmo que le abren la puerta de sus casas oyentes, antiguos lectores, es una novela en ciernes sobre la que él, por razón de las circunstancias, va avanzando día tras día, y que quizás en algún momento decida contarla. Seguramente la historia no desmerecerá de la de aquel otro lector memorable, aunque ficticio, de Bernhard Schilink. Ramón Clavijo Provencio.
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