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Quizás
Dicen los que saben de esto, que lo importante en todo conflicto es “ganar el relato “; hacerse con él; ser propietarios de lo que la historia dirá que ocurrió. Y para lograr vencer en esta batalla imprescindible, lo primero es adueñarse del lenguaje. Los republicanos de Reagan asentaron un golpe mortal a las ideas progresistas, cuando convirtieron la palabra “impuestos” en sinónimo de “Falta de libertad”. Desde entonces, apostar por incrementar el gasto público en servicios para todos los ciudadanos, significa en las mentes de millones de votantes, lo mismo que despilfarro e intromisión en su libertad individual a base de crear enormes entidades llenas de burocracia y escasísima eficacia. El discurso de Milei, Ayuso o Trump se basa en esta idea de que a cuanto menos servicio público haya, más libertad. Lo llaman liberalismo, y definen a quienes no comparten esa idea, como los comunistas del siglo XXI. Y así el mundo queda dividido en su opinión, entre quienes, como ellos, desean derribar las murallas de las ciudades y abrirlas a un espacio abierto donde cada uno pueda lograr aquello que sus méritos merezcan; y quienes se empeñan en construir murallas cada vez más altas desde las que proteger los privilegios alcanzados.
Ahora que las viejas ideas socialdemócratas forman ya parte de la historia y mientras la derecha más radical crece imparable, es buen momento para recordar lo imprescindibles que la Sanidad y la educación pública son para garantizar una sociedad justa. Que la libertad real es la que garantiza igualdad de oportunidades para todos y la defensa de los más débiles o con peor fortuna. Que no se trata de establecer como Ley máxima el sálvese quien pueda, sino convivir desde nuestras diferencias, sabiendo que pertenecemos a un mismo todo. Hoy toca explicar y defender, que la libertad no existe, si es solo patrimonio de algunos. Y ¿Cómo costear una sociedad que camine en esa dirección? Con impuestos. Justos, proporcionalmente ajustados a los ingresos y bien administrados. Son el precio a pagar para sostener los servicios públicos y garantizar el acceso universal a ellos. Redistribuyen la riqueza, costean las fuerzas de seguridad, la defensa nacional y la justicia. Financian la investigación e incrementan el sentido de comunidad y compromiso cívico de la ciudadanía. Los impuestos no reducen la libertad, la pagan.
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