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Los mercaderes del templo

La ministra Belarra procede de esa vieja tradición escolástica que sueña con expulsar a todos los mercaderes del templo

En la Biblia -que surgió en una sociedad de campesinos, sacerdotes y guerreros- está muy claro el odio al comercio y a todas las actividades mercantiles. Ese odio es muy antiguo. Aristóteles decía que "el dinero es estéril". Jesús expulsó a los mercaderes del templo por ser "una caverna de bandidos". En la Edad Media, San Bernardino de Siena lanzó un ataque furibundo contra la usura y los usureros: "Todos los santos y ángeles del paraíso gritan contra el usurero. Hasta los planetas claman: ¡A lo más profundo con él!". Todos estos prejuicios quedaron enquistados en el pensamiento escolástico. La Edad Moderna -y el capitalismo- sólo consiguió imponerse cuando logró derribar esos prejuicios que unían a aristócratas, eclesiásticos y campesinos en el odio común contra la nueva clase mercantil: los futuros empresarios, los futuros capitalistas.

La ministra Ione Belarra, como casi toda la izquierda radical, procede de esa vieja tradición escolástica que unía a los hidalgos y a los eclesiásticos en el viejo sueño de expulsar a todos los mercaderes del templo (a ese sueño, o más bien delirio, se le suele llamar "utopía"). Y ahora, el nuevo mercader que profana los templos es el dueño de Mercadona, al que Belarra ha acusado de ser un "capitalista despiadado" con palabras muy similares a las que usaba San Ambrosio cuando arremetía contra los ricos. De hecho, la izquierda actual representa a los herederos de los hidalgos y los eclesiásticos que vivían a costa de los tributos impuestos a los pobres desgraciados que trabajaban "con sus manos". Y si lo pensamos bien, las teorías económicas de la izquierda más "utopista" -con su defensa del "decrecimiento" y con su exaltación de la pobreza y el bajo consumo energético- no son más que una reactualización de los viejos dogmas de la escolástica medieval. Las ONG serían las nuevas órdenes mendicantes. Los profesores de universidad que enseñan a odiar el "capitalismo genocida" serían los nuevos predicadores cuaresmales. Y todos los que sueñan con crear una renta básica universal son los nuevos hidalgos que desprecian el trabajo manual y las actividades afrentosas del turismo y el comercio. En realidad, volvemos a estar (mentalmente) en la Edad Media, sólo que con los bailecitos de TikTok y los algoritmos de Google. Arrepentíos, hermanos.

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