EN la radio del coche, sintonizada a Radio 3, escucho una antigua canción de Ornella Vanoni, Senza paura. Hacía siglos que no oía esa canción, que sonaba mucho cuando yo tenía veinte años (la misma época de las canciones que parodia José Mota), pero me sorprende la extraordinaria calidad de todo lo que suena: la voz, los arreglos, incluso la letra, todo es perfecto en esa combinación maravillosa de bossa nova y de canción melódica a la italiana, en la línea de la gran Mina y tantas otras cantantes de los años 60.

Pero lo que más sorprende ahora es que Senza paura sonaba hace cuarenta años en todas las radios comerciales, y además Ornella Vanoni también la cantaba a menudo en la televisión, en programas de máxima audiencia que ahora han sido sustituidos por los gruñidos neandertales de Gran Hermano o Gandía Shore. ¿Cómo es posible que en pocos años se hayan degradado tanto los gustos musicales? Los Beatles, Dylan, Aretha Franklin, Sinatra o Brel eran nombres populares que conocía casi todo el mundo. Ahora ya sólo aparecen en la televisión como efemérides o como curiosidades estrafalarias, o mejor dicho, "bizarras", que es como dicen ahora los seguidores de Mario Vaquerizo. Todo eso es un misterio. Se supone que hemos avanzado mucho en términos educativos y culturales, y se nos repite que tenemos la generación joven mejor preparada de nuestra historia, pero en las radios comerciales sólo suenan Shakira y Lady Gaga, mientras que las canciones como Senza paura han sido relegadas a la categoría de rarezas para coleccionistas o para oyentes "bizarros" de Radio 3. Y eso, se mire como se mire, es una catástrofe cultural.

No es verdad que la alta cultura no sea comercial. Una buena novela o una buena película o un buen disco pueden tener los mismos lectores o espectadores u oyentes que cualquier película de zombis, siempre que se les dé el tiempo suficiente para que lleguen a las personas adecuadas. Yo tengo una fórmula que no sé si es infalible: si una novela vende más de cien mil ejemplares en menos de un mes, seguro que es mala. Pero si esa misma novela vende cien mil ejemplares en un año, puede ser buena. El éxito instantáneo es incompatible con la alta cultura. En cambio, el éxito espaciado puede ser compatible con la calidad. Y eso pasaba también con la música en los tiempos en que Senza paura sonaba en las radios. Por cierto, Senza paura significa "Sin miedo". ¿Por qué le tenemos ahora tanto miedo a la buena música? Me gustaría tener la respuesta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios