Tierra de nadie
Alberto Nuñez Seoane
Palabras que el viento no se lleva
ES que no puede ser, es que no paran. Los mismos plastas de siempre apuntándose a la primera que salta para no perder protagonismo y darnos la paliza a casi todos.
Me refiero a Greenpeace, una organización política pintada de verde que sabe explotar muy bien a las masas. Expertos en rentabilizar la razonable y sincera conciencia ecológica, cada vez más extendida por todo el Planeta. Vendedores especializados del producto "verde", arribistas interesados en su proyección mediática muy por encima de lo que le pase o le pueda pasar al Planeta Azul, azul, no verde.
Esta pasada semana, como ha venido sucediendo en los últimos millones de años, un trozo de hielo se desprendió de un glaciar en el polo Norte. Parece ser que el iceberg es de gran tamaño y, como no podía ser de otro modo, a "los verdes" les ha faltado tiempo para echarle la culpa al cambio climático.
Les recuerdo, que hoy por hoy, no existen medios científicos para calibrar el grado de implicación del hombre en el cambio climático. Les recuerdo, que el cambio climático, ha ocurrido, de modo natural, desde que la Tierra se consolidó como planeta estable y capaz de albergar vida. Les recuerdo, que nadie -digo nadie, formal, serio y con rigor científico- puede predecir lo que va a ocurrir con el clima en la Tierra dentro de cinco o diez años; y se pueden ustedes cachondear, sin ningún tipo de reparo ni recato, cuando oigan a alguien hablarles del incremento de temperatura media que experimentará nuestro mundo dentro de cuarenta, cincuenta, o como leí el otro día, ¡sesenta años! Hay que tener una desvergüenza absoluta para atreverse a decir, en cualquier lugar que no sea un circo, que dentro de más de un lustro, nuestros veranos serán tres grados más calurosos, ¡de auténtica chufla!
Los glaciares pierden trozos, más o menos grandes, de hielo, de modo natural. Forma parte de su "ciclo vital". Los glaciares son ríos de hielo que acaban por verter al mar lo que son: agua helada. A veces, la gélida lengua llega hasta el mismo borde del mar y, una vez allí, se descompone en pequeños trozos. Otras, grandes pedazos de hielo, se rompen y caen bruscamente a la mar. Achacar la formación de grandes iceberg al cambio climático es, cuando menos, una solemne estupidez.
Como he repetido hasta la saciedad, lo que estoy escribiendo no va contra la idea de la imperiosa necesidad de cuidar el entorno. El respeto a la Naturaleza, el no contaminar, el celo por preservar la cubierta vegetal y la limpieza de las aguas que nos dan la vida, es absolutamente imprescindible. Pero el catastrofismo barato, el alarmismo falaz y las fantasmadas estúpidas, están de más.
Los "ecopolíticos" no cesan en su empeño por manipular la realidad, si ésta no es la que conviene a sus frenéticas ansias de poder y protagonismo. Por desgracia, la credulidad en unos casos, el desinterés en otros y la ignorancia en los más, son el perfecto abono para que estos cantamañanas revestidos de salvadores de la biodiversidad, no dejen de darnos la vara y de aburrir a cualquier humano medianamente razonable.
Muy callados se quedaron todos estos ecochuflas cuando se destapó el escándalo de la manipulación de datos medioambientales por parte de científicos de una prestigiosa universidad inglesa. Nada dijeron cuando se descubrió que se habían alterado las temperaturas medias de los océanos para "apoyar" la vigencia del "calentamiento global".
Su pretendida autoridad para imponer al resto de los mortales las peregrinas ideas que quieren hacer pasar por axiomas indiscutibles, no vale un pimiento podrido. Pero si callasen cuando debieran, si no inventasen patochadas, si fueran coherentes, si practicasen la humildad; entonces no estarían en "el candelabro" un día si y otro también, entonces no tendrían la relevancia de la que viven, entonces no podrían influir en los políticos ignorantes y asustadizos, porque, entonces, serían científicos o intelectuales o estudiosos serios, cosa que, ni por asomo, son.
El que las moscas, los moscardones verdes sobre todo, coman mierda, no implica que ésta, la mierda, sea comestible.
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