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Carlos / Colón

Sí es país para asesinos

22 de octubre 2014 - 01:00

OTRO triunfo del artículo 25.2 de nuestra Constitución: "Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social". Así, sin matices, sin distinguir entre delincuentes comunes y terroristas; entre quienes se arrepienten y desean reinsertarse, y quienes se enorgullecen de sus crímenes; entre quienes han sido empujados a la delincuencia por la marginación y las injusticias estructurales, y quienes libremente -por su ideología, su ambición o su placer- han optado por asesinar, violar o abusar de menores.

Leo en El Mundo la entrevista realizada al criminal etarra Jesús María Zabarte Arregui, condenado a más de 615 años por 20 atentados y 17 asesinatos (entre ellos el de un niño de 11 años y el de un policía al que persiguió, tras herirlo, hasta rematarlo cuando era trasladado a un hospital) y en libertad desde el pasado mes de noviembre, tras cumplir 30 años, gracias a la anulación de la doctrina Parot.

Hay que recordar que según el Código Penal de 1995 -heredero en esto del franquista de 1973- por muchos y muy graves que sean los delitos cometidos, el cumplimiento efectivo de la pena de prisión no puede exceder (y ello sólo en supuestos excepcionales) de 30 años. En 2003 una reforma amplió la pena a 40 años para asesinatos terroristas. En 2006 la alarma social obligó a hacer la chapuza de la doctrina Parot. En 2010 una Ley Orgánica reconocía que "es notorio que en determinados supuestos de especial gravedad (…) la pena (…) no resulta suficiente o adecuada para excluir un elevado riesgo de reincidencia"; por lo que se creyó necesario "para tales casos (…) contemplar otras soluciones que (…) permitan conciliar las exigencias constitucionales con otros valores no menos dignos de tutela, como son la seguridad y la libertad del resto de los ciudadanos, potenciales víctimas del delincuente no rehabilitado que el sistema penitenciario devuelve a la sociedad". La "solución", claramente insuficiente, fue la libertad vigilada.

Así es posible que tras cumplir 30 años por 17 asesinatos Zabarte se reafirme en sus crímenes ("no me arrepiento") afirmando que no son asesinatos ("yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado") y no reniegue del terrorismo ("no puedo estar [en Sortu] porque ellos rechazan la lucha armada. Yo no..."). Y tan tranquilo. A mayor gloria del artículo 25.2 y mayor humillación de las víctimas.

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