JEREZ ÍNTIMO
Marco Antonio Velo
Jerez: lluvia tras los cristales, hombre-robot y José Luis Jiménez
LÍNEA DE FONDO
OTRO partido del siglo. Creo que llevo algo así como cien entre los dos siglos en los que he vivido. Si a esto le añado los que se juegan en la capital hispalense -que para mí son los verdaderamente importantes- llevo viviendo unos pocos de partidos del siglo desde que nací. A este que esto escribe cada día le gustan menos cosas y menos gente. Por eso un partido como el del lunes no me mueve absolutamente nada y, sin canalmás que pagar mensualmente, preferí quedarme en mi casa escribiendo sobre una joven con el rumbo cambiado por culpa de una deuda contraria.
Un partido que, otra vez, dividió al país y creó incertidumbre, que marcó creencias y acentuó diferencias. Un partido que aumentó el tonto recelo de unos pocos hacia una región y que sirvió para que algunos, más tontos todavía, atisbaran causas donde no hay nada más que fútbol con mayúsculas.
Otro partido del siglo que veo indiferente y que me hace comprender cómo es posible que unos niñatos vestidos de corto -uno, en particular, de Camás, pero niñato, por muchos bolígrafos generosos que anuncie, y otro portugués, pero niñato por muchos calzoncillos que anuncie- puedan ser lo que ellos creen que son cuando, en realidad, no desencadenan más que vergonzantes actitudes chulescas.
Otro partido del siglo que ahuyentó, por dos horas, fantasmas sociales, que hizo olvidar realidades y amargas injusticias a una sociedad que sigue siendo fácil de contentar con un poco de pan y un poco fútbol, protagonizado por unos privilegiados para los que los demás no son sino una gente que les adulan, les gritan y se gastan sus cortos caudales para que ellos estén en el cielo.
Otro partido del siglo cuya absurda música, esta vez, tampoco me supo levantar.
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