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Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Un payaso con barretina

ARTURITO, el de las calzas 'esteladas', conocido 'mundialmente' como Artur Mas, presidente del gobierno de la Autonomía catalana, va de la grotesca desfachatez al más sonado de los ridículos. El pobre no sabe ya que hacer para que Rajoy mande a la Guardia Civil y al Ejército, con muchos tanques a ser posible, a invadir las Ramblas, el Paseo de Gracia y la Diagonal toda.

La sarta de memeces que este personaje de poca monta está llevando a cabo son difíciles de creer y, para un espíritu que no tenga la prudencia y la paciencia por norma, casi imposibles de soportar.

Don Arturo, que pasará a la Historia inmediata de España -en la que venga después nadie, absolutamente nadie, lo recordará- como el ejemplo del daño inútil que un incompetente desquiciado cualquiera puede ocasionar a 47 millones de personas, está empeñado en superarse a sí mismo. Anda en la denodada búsqueda del techo de la estupidez y, ¡pardiez!, que es muy capaz de encontrarla. Empeño, no le falta; necedad, le sobra; estrechez mental tiene para poner un puesto en el mercado de la Boquería y quedarse sin existencias a los cinco minutos; su mentecatez -¡qué mal suena…!- le estigmatiza, su egoísmo le condena. Y reuniendo este cúmulo de desatinos quien tiene la responsabilidad de gobernar a los catalanes, ¡a todos los catalanes!, las consecuencias no podían ser otras que las que, con estupor e incredulidad, comprobamos que sufre Cataluña, los catalanes, los que no son catalanes pero viven en Cataluña y el resto de los españoles.

El Gobierno de este tarambana cuesta a los contribuyentes casi medio millón de euros más, al año, que el de Rajoy.

En la Cataluña de Más se impone la inmersión lingüística ignorando sentencias de los altos Tribunales, se obliga a usar el catalán de modo excluyente y se discrimina el español, a pesar del carácter oficial del mismo en la Autonomía. Sin embargo, empapados en un victimismo hipócrita y despreciable, se presentan como objetos de una 'persecución' despiadada e inhumana por parte de todos los que no piensan como ellos. Hasta tal punto llega la insolencia y el enloquecimiento colectivo de los nacionalistas extremistas que el Consejo Audiovisual de Cataluña -organismo de la 'Generalitat' para controla y censurar los contenidos de los medios- declara a los catalanes "minoría étnica a proteger".

La desesperada huida hacia ninguna parte de Mas, un patético 'caganer' que nunca debiera haber salido del 'belén' de cartón piedra en el que encaja a la perfección, se desliza desde hace tiempo por terrenos muy peligrosos. Terrenos que traspasan la legalidad y ponen en serio riesgo la recuperación económica y la propia estabilidad de la nación española. Sus enfermizas ansias por controlar, censurar y prohibir todo lo que no le gusta, están ya demasiado cercanas a las de otros regímenes totalitarios de reciente, triste y funesto recuerdo. Un ejemplo: la 'Generalitat' quiere multar a la SER y a Onda Cero por no haber emitido sus anuncios en la charlotada del 9N. Otro: la 'Generalitat' exige una multa de un millón de euros a Atresmedia -Antena 3 y Cía.- por las declaraciones que hizo un tertuliano y por la 'pasividad' de la presentadora del espacio, Susana Griso, al no impedirlos. Lo que dijo el buen hombre en cuestión, y en resumen, era que Mas estaba haciendo el ridículo y que lo único que buscaba con desesperación era el error de Rajoy ordenando un 'fusilamiento' y su detención. Pero mientras el 'perseguido' patalea, lloriquea, materializa la estupidez de la sinrazón y sigue diciendo tonterías, 'su' Consejo Audiovisual apoya la libertad de expresión en otra tertulia de 'su' televisión -TV3- en la que se tacha a los miembros de un colectivo anti independentista de 'fachas y tóxicos'. Esto es lo que Mas y los suyos entienden por 'objetividad y coherencia'.

Amparados en la paranoia alentada por Mas, personajes como la decana de la Facultad de Economía y Empresa de Barcelona, por ejemplo, exige "tomar por la fuerza todas las instituciones públicas del Estado en Cataluña": Justicia, aeropuertos, Administración tributaria, ferrocarriles…

En medio de tanto despropósito, a mi entender, mal consentido, quedan personas con 'seny' y sin miedo a decir lo que otros muchos, la mayoría, de catalanes piensan: "ni se separa nada, ni se pela nadie", "juntos corremos mas". Son palabras de José Luis Bonet, presidente de Freixenet. Ni un don nadie, ni un payaso, pero, eso, sí, con barretina, ¡y a mucha honra!

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