Pedro García Rivero

26 de noviembre 2025 - 03:06

No votaré el próximo domingo la candidatura de Pedro García Rivero porque sea amigo mío, y muy querido. Al contrario, es amigo mío por las razones por las que le voy a votar. Nuestra amistad se fraguó y se consolidó, hace más de 20 años, en la hermandad. Sus cualidades personales, como macareno y como ejemplar servidor de la hermandad son, para mí, indisociables.

Las palabras e ideas que más se repiten en su programa son encuentro, diálogo, consenso, concordia, prudencia, sensatez, serenidad, fidelidad a los valores del pasado para afrontar los retos del presente, acogimiento, unión entre devoción, tradición y creación, custodiando el patrimonio heredado y enriqueciéndolo con la excelencia que este exige. Y, sobre todo, esperanza, como virtud humana escrita con minúscula, y Esperanza, como virtud teologal y advocación escritas con mayúscula.

Añado, como una de sus mayores virtudes, la naturalidad de Pedro García Rivero como persona y como macareno. En su programa se valora el “legítimo orgullo” de ser hermano de tan gran Hermandad –lo que es más importante que ser grande, porque antepone el valor al tamaño– y servidor de tan sevillanísima y universal devoción, pero también se advierte de una “suficiencia” y un “orgullo mal entendido” que nada tienen que ver con ser macareno como natural forma de vivir y ser cristiano sin presunción ni afectación. Es importante este valor de la naturalidad. Pedro García Rivero, hijo del capitán que, junto a El Pelao y El Melli formó el triunvirato que cambió la centuria en fidelidad a su ser y a su espíritu, es el garante de la conservación del que, para mí, tras las sagradas imágenes, es el mayor tesoro macareno, el patrimonio que con mayor celo ha de cuidarse porque es lo que hace únicas la Hermandad y la cofradía: la elegancia, la gracia y el clasicismo natural y auténticamente populares.

Solo una vez en 26 años he expresado aquí mi opinión sobre un proceso electoral en una de mis hermandades. La gravedad del momento, sin precedentes por dolorosas razones de todos conocidas, me exige volver a hacerlo. No es solo que Pedro García Rivero merezca ser hermano mayor, sino que la Hermandad merece que lo sea para afrontar una nueva etapa de responsabilidad, concordia y serenidad en fidelidad a La que cura con sus manos toda herida.

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