Alberto Núñez Seoane

Pensar no es "fashion"

Tierra de nadie

03 de febrero 2025 - 03:33

SIN embargo, lo que nunca pasa de moda es la gilipollez. “Fashion”, vocablo de la lengua inglesa que puede significar “moda”, o “estilo”, o “modo -por ejemplo- de vestir”, o “manera -por ejemplo- de comportarse”, define a la perfección lo que pretende decir … en la lengua de Shakespeare, en la de Cervantes, no. La cultura cateta se impone sin que nadie, al parecer, pueda impedirlo.

La insufrible necedad de las masas horteras que arrasan el lenguaje y avasallan la cultura, ha encontrado un instrumento de propagación -una verdadera arma de destrucción masiva en las vulgares manos y los desmañados usos con las que los desarrapados mentales gustan manejarse y en los que se regodean como si les fuese su anodina vida en ello- que ha facilitado el temible contagio planetario de la memez que los define, por todo el mundo conocido … y más allá.

La famosa, y dichosa, globalización, contando con aspectos muy positivos en su haber, arrastra también auténticos virus, muy capaces de contagiar a la casi totalidad de la abúlica población que atiborra el planeta. Ahora, la estupidez, que ya saben que no conoce límites entre los humanos, está libre y se catapulta a velocidad de vértigo, invadiendo todo tipo de escenarios y adueñándose de costumbres, modelos y estereotipos hasta hoy a salvo de su apetito voraz e insaciable.

Dejar que sean otros los que piensen por nosotros es norma habitual entre los rebaños de gentes sin personalidad ni proyecto de tenerla. La desidia mental se apodera de pueblos, ciudades y naciones, las personas renuncian al desagradable acto de poner en movimiento las neuronas que nos distinguen del resto de los seres del mundo en el que vivimos; el “gran hermano” debe sonreír satisfecho, disimulado en medios de comunicación que no transmiten más que las naderías que contentan a sus despreocupados, apáticos y necios destinatarios; dueño y señor de redes sociales que premian la vulgaridad, fomentan el rumor, alaban la palabrería hueca o ensalzan los profundos mensajes de falsos profetas, hábiles trileros, pensadores de pacotilla o pretenciosos e inútiles solucionadores de dudas que sólo a cada uno de nosotros toca y por sí mismo es capaz de resolver. El panorama es, más que desolador, apocalíptico.

Antes de la aparición de los primeros destacados pensadores, y de que fuesen reconocidos como tales, los humanos solucionaban sus grandes dudas sobre el cómo y cuándo de todo lo que conocían, sobre de qué estaba hecho ese todo y sobre el posible o imposible final del mismo; atribuyendo sus causas, orígenes y finales a una pléyade de dioses, caprichosos e indolentes, que jugaban con nosotros y el mundo en el que vivimos a su entero e impredecible antojo. Un día, en la antigua ciudad de Mileto, todo comenzó a cambiar, y lo haría para siempre. El Hombre comenzó a pensar por y para sí mismo, a partir de entonces, aquellos que dedicaron su tiempo a la reflexión, fueron encontrando respuestas y explicaciones, a la medida de quien las pensaba y acordes con la razón, a las preguntas que para la lógica más elemental y el más básico entendimiento humano estaban sin responder.

Con el transcurrir del tiempo, el número de los interrogantes se fue multiplicando hasta lo incontable, y la cantidad de alternativas a las posibles respuestas lo hizo del mismo modo. Sin la sana curiosidad, la decidida opción de no seguir comulgando con las ruedas de molino con las que la mitología pretendía contestar los interrogantes que plantea nuestra existencia, y el resuelto empeño de las mentes que en los últimos 27 siglos se dedicaron a la reflexión y al intento por acercarse a la sabiduría, aún estaríamos donde nuestros más lejanos antecesores estaban: en el limbo de la razón.

En ocasiones, y para muchos, lo cómodo, tratándose de las dudas existenciales que nos inquietan, preocupan o atemorizan, es aceptar lo que nos dicen; adaptarnos para terminar creyendo lo que está escrito, dicho o transmitido; pero rara vez -y sólo lo puede aceptar quien se conforma con lo más simple y, por ineptitud o abulia, se resiste o niega a pensar por sí mismo y llegar a sus propias conclusiones, erróneas o no, esto ahora no importa- lo que nos dicen se corresponde con lo que es, casi siempre lo hace con lo que quien lo dice quiere que sea.

No, pensar no está de moda, en realidad nunca lo ha estado, incluso está mal visto … por quien no piensa, ni lo ha hecho, y por quien le interesa que nadie piense.

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