En tránsito
Eduardo Jordá
Mon petit amour
ALLÁ, hace bastantes años, publicamos en la revista "Poesía Española", unos versos titulados "El cantaor", inspirados por una pintura de Antonio Povedano. Verbigracia: "Aceite, tierra y talento/ a pincelada tañida,/ ponen en la muerte vida/ retratando el sufrimiento./ ¿Quién cantó el sentimiento/ de la soleá cordobesa?/ Aquella zarzacabeza/ de olivo, sierra y candela,/ garganta que grita y vuela/ el clamor de la pobreza".
Y es que ante la colección de cabezas cantaoras de Antonio Povedano -recientemente fallecido- se imponía, se impone, conocer la motivación y la expresión de lo jondo para comprender y valorar la faz del cante como lo atisbaba y subrayaba el pintor cordobés, con su plástica reflejadora del grito, porque no sólo son aparentes perfiles, sino que provienen de un singular y profundo entendimiento de cuanto produce ese quejío melismático y ancestral del ser andaluz. De ahí que la pincelada sea candela moldeadora, rasgo contundente y explícito, coraje más que color en su tintura y contextura, sensación más que contorno, emoción más que grafía. Y cada cabeza cantaora povediana se nos antoja un símbolo del rebrinco flamenco. Así, lejos de determinada individualidad retratada, cada gesto es una colectividad representada, un verdadero códice de la natural sentimentalidad artística de una raza, el exponente de su idiosincrasia, algo que el pintor-cantaor -lo sabe quien le escuchó por soleares- revela con su propia alma, dejándonos unas efigies en eterna combustión, como un reclamo a la sensibilidad y como pragmatismo de un arte popular donde el delirio va unido a la más consustancial razón: la realidad vital. El nombre de Antonio Povedano ha quedado ya inserto en la nómina de artistas plásticos seducidos por el arte flamenco, iniciada durante el costumbrismo romántico. Y que tiene con el grabado "El Vito", de Goya (véase en le Museo Lázaro Galdeano), un documento excepcional para cualquier estudioso folklorista. Numerosos serían los nombres de pintores atraídos por el flamenco durante aquellos años, creadores de una tradición que ha continuado en los últimos tiempos, dentro y fuera de nuestras fronteras, especialmente por los vanguardistas como Henri Matisse, que vivió en Sevilla y es autor de cuadros famosos sobre el tema, entre ellos: "La guitarista". Sin olvidar a la rusa Sonia Delaunay, autora de la obra "Gran flamenco", fechada en mil novecientos dieciséis. Otra tanto podríamos significar a las tituladas "La bailaora", de Alexis Lunois, y "El Jaleo", de John Singer Sargen, que lucen en museo internacionales.
El pintor cordobés Antonio Povedano, que lamentablemente nos acaba de dejar, puede considerarse un heredero directo de tan interesante concepción pictórica del flamenco, habiendo compartido popularidad en esta aspecto como sus compañeros Moreno Galván y Juan Gutiérrez Montiel, igualmente desaparecidos. Mas la pintura flamenca prosigue con destacados practicantes, y esperamos que el flamenco en las artes plásticas cuente pronto con un museo que la reivindique para siempre.
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