Ha fallecido, dulcemente, Primitivo Cosgaya. Un buen 'pater familia' que conllevó haber sido también un buen esposo. Un amigo de muchos, quien con su generosidad y ejemplo ha orientado a algunos de sus hijos a continuar su impecable trayectoria hostelera y dio oportunidad a través de más de 60 años a que varios cientos de camareros y decenas de cocineros fueran mejores profesionales y tuvieran más oportunidades en un sector tan importante para la promoción del jerez y el brandy, y en los últimos 30 años en el turismo local.
Los gallegos bajaron a Jerez y Cádiz a finales del siglo anterior y se ocuparon de los freidores, donde se freía el mejor pesado fresco de nuestra Bahía y costas. Los montañeses bajaron a Jerez y las ciudades de nuestra zona y establecieron sus tiendas de ultramarinos, sus colmaos, donde despachaban productos de ultramar: azúcar, café, cacao y de aquí las legumbres, harinas, aceites y embutidos de nuestros campos y vinos y vinagre de nuestras bodegas. Entre las que varios bodegueros llevábamos apellidos de Ruiloba y de sus parroquias como Primitivo.
En 'El Colmao' de Primitivo Cosgaya (ese después restaurante-'sucursal' del Teatro Villamarta en su mejor época) donde paraban todos los artistas de tronío, desde Lola Flores y Manolo Caracol a Antonio y Carmen Sevilla, cuando rodaron 'La Molinera' en Arcos... las compañías de zarzuela y después los elencos de las óperas... antes, cuando llegó de niño, de 'chicuco', había dormido en el tablero de detrás de la barra y había ascendido por méritos propios, a las órdenes de su tío y protector ('el hombre del eterno puro en la boca y tiza en la oreja') hasta jefe de varias brigadas de camareros que servían diligentes el solomillo a la castellana, especialidad de la casa.
Primitivo, cronológicamente tras los buenos pasos de Alfonso y sintiéndose leal concurrencia y no competencia, diversificó su actuación hostelera al catering o servicio en las sedes sociales de las bodegas y en las viñas o cortijos de los labradores, ya en 1970. Y lo hizo con una sabiduría personal, con una modestia y dedicación extraordinarias, que conllevó un éxito por la calidad de su materia prima y detalles en las berzas, menudos, perdices, paletillas y tartas con las que los jefes de relaciones públicas y las señoras d elos agricultores obsequiábamos y obsequiaban a nuestros clientes de bodegas y amigos cazadores.
Pronto superó los servicios de más de medio millar de comensales, sobre todo en las gloriosas Fiestas de la Vendimia, y ya a finales de la década siguiente alcanzó los del millar de invitados, con medio centenar de camareros a su cargo, "uno para cada veinte comensales, como aconsejaba Hilton", decía.
Al tiempo que al principio de los años ochenta pasados se hizo en concurso y plica cerrada con la concesión del restaurante del Club Las Redes, un remanso de paz y selecto club de playa, donde Primitivo ha oficiado como director durante cerca de cuarenta años para satisfacción de los socios y sus invitados.
Allí se lució con sus grandes urtas a la roteña y demás pescados grandes de cuchilla y con la tabla de carnes para asados. Mientras que su hijo Primitivo se preparaba como chef de alta cocina en Washington, en la escuela del Padre Lezama o Taberna del Alabardero, para sucederle y su hijo Jesús como jefe de sala.
La excelencia en la continuidad estaba servida. Y Primitivo 'paraba' ya tranquilo en la mesa del fondo iluminándose con los ojos azules de su querida esposa, que a veces le acompañaba, o los de su hija que le llevaba sus primeros nietos.
Una vida cumplida, de esfuerzo y bonanza (no exenta de sacrificios y riesgos) hasta llegar a ser actualmente el mentado restaurante y catering familiar con su cocina de sabor... de km. 0 y de mercado, un referente para las vacaciones de todos los que disfrutan de la Costa Oeste de El Puerto de Santa María.
Descanse en paz, cerca de los fogones celestiales.
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