Los puentes de Madison

AYER volví a ver la película que lleva el título de este artículo. Es una cinta protagonizada por Meryl Streep y Clint Eastwood. Cuenta la historia de una mujer, ama de casa, que perdida en una granja de Iowa, cuida de su marido y de sus hijos. Pero un día aparece un fotógrafo que con sólo preguntarle cómo llegar a un puente, le cambia la vida. Ambos se enamoran y viven cuatro días en los que se descubren a sí mismos como personas diferentes, capaces de soñar y de vivir una pasión inolvidable. Aparcan sus vidas, sus obligaciones, sus tristezas y sacan de sí mismos toda la luz que ni siquiera sabían que poseían.

No se vuelven a ver, pero los dos guardan como un tesoro el tiempo compartido. No podemos escapar de nuestra realidad. Pero podemos cuidar los recuerdos hermosos que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra existencia. Y en los momentos de decaimiento, sacarlos, verlos, olerlos y llenarnos de energía para seguir con la rutina diaria.

Esta forma de pensar podría aplicarse a esta vuelta al trabajo, cuando después de haber disfrutado de unas vacaciones maravillosas, puede venir un estado de desánimo. Se trata del síndrome post vacacional, en el que es común padecer agobio, fatiga y hasta depresión.

Si las actividades a las que nos tenemos que enfrentar no resultan gratas, es aún más dura la adaptación. En estas circunstancias debemos rodearnos de cosas placenteras. Un buen libro, buena música y buena compañía.

Es recomendable apreciar lo bueno de regresar, de ver a los amigos, de tomarnos una cerveza en el bar. Los expertos recomiendan planear vacaciones durante diferentes periodos, aunque sean de menor duración que el verano. Así nos motivaremos para funcionar adecuadamente, sabiendo que no hay que esperar un año para disfrutar de unos días fuera de casa.

Pero siempre hay que tener un cofre donde guardar los recuerdos más hermosos. Aquellos que como un faro en medio de la tormenta, nos han llenado de luz cuando el mundo se empeñaba en vivir entre brumas.