El balcón
Ignacio Martínez
Sin cordones sanitarios
Su propio afán
Mi penitencia cuaresmal se adelanta todos los años: llega puntual con el comienzo del concurso de El Falla. Tanta gracia y tanto ingenio verbal son un baño de humildad que me viste de sayo y ceniza. Eso, como hace la humildad, me permite disfrutar sin esquinamientos ni reservas mezquinas.
Este año, más, si cabe. Porque El Selu ha tenido la osadía de hacerme, encima, intrusismo profesional, y colar una crítica política que, como quien no quiere la cosa, salta ya del ámbito popular para meterse en las sutilezas de la teoría política. Lo hace tan bien, además, que no se le nota apenas.
Nada más empezar, hace un repaso de los encantos de Andalucía, entre los que mete a Vox, que hoy por hoy, en efecto, y a la espera de las elecciones de mayo, es una singularidad institucional de esta tierra nuestra. Pero lo importante viene después, cuando aún no se ha perdido el eco de ese "Vox". Entonces representan una escena graciosa, como de cuarteto. Los de la chirigota necesitan que alguien les vaya a por una copita. Nadie quiere levantarse a hacer el favor. Entonces, El Selu pregunta: "¿Qué piensas de la democracia, Joselito?". Lógicamente, se embala: "Oh, oh, oh, la Democracia", y tal. Entonces pasan a votar quién tiene que ir a por las copas y le toca, naturalmente, a Joselito, que enseguida pasa a maldecir todas las castas de la democracia.
La finura de El Selu es barroca. Aprovechándose del eco, viene a poner en evidencia a esos demócratas que sueltan sapos y culebrinas y manifestaciones contra Vox. Eso ya sería una genialidad, pero va un paso más allá, todavía, porque, a la vez que recuerda la democracia, es capaz de mostrar sus vicios. Hasta qué punto las mayorías pueden utilizarse para poner punto en boca a las minorías o ejercer un despiadado despotismo demagógico.
No hay contradicción en esa contradicción. La verdadera defensa de la democracia es la que es más consciente de los defectos de la democracia. Para, estando prevenido contra ellos, sostenerla. Hay quien preferiría que las cosas fuesen blancas o negras, pero son moteadas, variables, raras, complejas. Asombroso que, en medio de una chirigota absolutamente divertida y popular, se nos cuele esa sutil reflexión política, como quien no hace más que un chiste. Y yo aquí, queriendo reflexionar con todas mis fuerzas, sólo habré logrado señalar con pasmo la genialidad. Lo dicho: sayo, cenizas, risas y una reverencia.
También te puede interesar
El balcón
Ignacio Martínez
Sin cordones sanitarios
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Que hablen los otros, qué error
Notas al margen
David Fernández
Los portavoces espantapájaros del Congreso
Cuarto de muestras
Carmen Oteo
La gallinita ciega
Lo último