Y de repente?la escasez

04 de septiembre 2025 - 03:06

Me he pasado agosto con el ojo puesto en los cerros que avisto desde La Serna. Una de esas mañanas, el paso en vuelo bajo de un avión antiincendios con el bolsón colgando me llevó al borde de la ansiedad. Los incendios en la España más remota por interior y deshabitada son un símbolo de todo lo que no hace mucho fue valioso –montes, pinares, dehesas, ganados…– y hoy no importa a nadie, más que a cuatro ancianos arrumbados por la vida.

Pero al margen de ese gran telón de fondo del verano, uno de los episodios menudos que más me ha entretenido ha sido el revuelo formado por las ya famosas declaraciones de Antonio Muñoz Molina en las que propugnaba, frente a los excesos de nuestro tiempo, un regreso a la “escasez”. Es posible, como alguien ha señalado, que el escritor se refiriera más bien a austeridad, pero no creo que un orfebre del idioma como Muñoz Molina pueda incurrir en semejante error expresivo. Hay, además, una enorme diferencia de sentido: la austeridad se la impone uno; la escasez se nos impone. La austeridad puede predicarse para nuestro perfeccionamiento, pero la escasez… Por eso tiendo a darles la razón, a comprender al menos, a los irritados que han mostrado en las redes al laureado escritor haciendo uso, en su pleno derecho, de objetos al alcance de muy pocos. Es inútil pedir coherencia a la izquierda española en algún aspecto de la vida, pero pocas veces la incongruencia de esa intelectualidad sabelotodo se ha visto tan unida a la inoportunidad. Resulta curioso y sorprendente cómo ha perdido la izquierda un instinto que, hasta no hace mucho, parecía infalible.

Las declaraciones de don Antonio han coincidido con el primer agosto, desde las restricciones del Covid, en que se ha notado una fuerte caída en los gastos de los veraneantes. Las impresiones de camareros y hoteleros se han visto respaldadas por un dato irrefutable: los depósitos bancarios de los españoles, que suelen caer sustancialmente en julio, lo han hecho este año en mucha menor medida. La gente intenta gastar menos sin necesidad de sabias recomendaciones. Tiene un punto de cinismo y regodeo predicar la pobreza a los cada vez más asfixiados. San Francisco, gran experto, lo supo: la pobreza voluntaria solo se puede propugnar en un mundo cada vez más rico, como era el suyo.

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