Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Muy de vez en cuando surge una estrella de la nada, deslumbra con un trabajo de una dimensión desconocida y asombra con una fuerza y una personalidad que sólo pueden darla un conocimiento descomunal de fuentes culturales muy diversas y una fina intuición para ver donde otros ni siquiera sospechan las nuevas claves de la modernidad en mayúscula. Suelen ser perfeccionistas, hábiles en la combinación de estilos y ambientes, y corren riesgos notables que sin embargo salvan cuando se acercan peligrosamente a temas tan sensibles como la religión, con el precipicio esperando abajo a que cualquiera las empuje.
Pasó hace ahora cuarenta años con Madonna, aquella rubia italoamericana como salida de una hamburguesería de Michigan, que asaltó la cima del pop mundial con aquel Like a Virgin y sigue siendo el icono de la música popular más potente, como está ocurriendo ahora con Rosalía, la barcelonesa que con su nuevo disco tiene toda la pinta de poner de nuevo el escenario musical boca abajo. Las dos parten de un rhythm and blues de origen con acento latino, la española además con cierto deje flamenco, que han logrado conjugar con inteligencia otros ritmos más poperos, y les gusta dejarse llevar por la carga simbólica de los mitos (curiosamente, en la obra de las dos se pueden encontrar referencias taurinas) que son parte importante en sus producciones visuales de impacto. Aunque pueden aparentar cierta debilidad por su físico poco corpulento, pocos ejemplos de feminismo empoderado como el de ellas, más sutil el de la española, más salvaje el de la americana.
El nuevo disco de Rosalía, Lux, presentado esta misma semana ante una expectación sin precedentes en el Museo nacional de Arte de Cataluña (cuentan que su performance allí, sin decir palabra, fue sencillamente espectacular) ha sido calificado por la revista Rollling Stones como una reinvención del pop, elevado a la categoría de sublime con la incorporación de elementos en principio extraños como los de la ópera. Una confusión entre lo clásico y lo moderno, con trece idiomas distintos y colaboraciones de excepción, que ha tenido la gran habilidad de transmitir un mensaje de espiritualidad delante mismo de la modernidad más iconoclasta, a la vez que posa en portada vestida de monja sin que nadie ose rasgarse las vestiduras. Lo propio, en fin, de una obra maestra.
También te puede interesar
Lo último