Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
El sanchismo tiene miedo… y el resto de los españoles también. Los primeros que pertenecen al primer grupo tienen miedo a perder sus puestos de trabajo, mientras los segundos temen que España deje de ser un país plenamente democrático. En esta España actualmente inquietante, se dan situaciones en el sanchismo que recuerdan al de las sectas cuyos miembros no tienen más objetivo que venerar al líder, seguirlo sin cuestionar ninguna de sus instrucciones. Temblorosos ante la posibilidad de perder influencia asumen sin pestañear la línea de conducta del presidente, aunque es evidente su escaso respeto a las leyes y a la Constitución. Solo consideran válido lo que conviene al modelo de España que Pedro Sánchez quiere imponer.
Los españoles no sanchistas sienten verdadera angustia ante un gobernante que ha roto la convivencia y solo aporta como único dato positivo la macroeconomía. Importante, pero afecta fundamentalmente a los privilegiados que no dependen de un salario medio. Son minoría frente a una clase media que hasta ahora no estaba obligada a grandes sacrificios para llegar a fin de mes e incluso podía permitirse el lujo de ahorrar lo suficiente para pensar en la jubilación de manera que les salieran las cuentas. Los económicamente más débiles han comprendido que aquello de que los gobiernos de izquierda eran más solidarios, en el caso del sanchismo no se cumplen: las promesas en las que tanto confiaban se han quedado en nada, los salarios no se incrementan y el precio de la cesta de compra se ha disparado.
La reacción del Gobierno a la condena del fiscal general provocó que un número destacado de personas que hasta ahora no habían cuestionado a Sánchez aunque tomaba iniciativas que demostraban su nulo respeto por las leyes y la Constitución, se han caído del guindo: este presidente de Gobierno solo acepta las resoluciones que le convienen. Y, cuando no es el caso, no duda en tomar iniciativas para anularlas o emprender campañas demoledoras para desacreditar a las personas o instituciones que se han atrevido a anteponer la ley a los intereses presidenciales.
Causa estupor, más inquietud, la actitud de Sánchez y sus colaboradores ante la sentencia condenatoria para Alvaro García Ortiz. Recuerda peligrosamente a golpes de Estado promovidos desde las alturas. Estamos hablando de un gobierno que ha hecho declaraciones contrarias a una decisión del Tribunal Supremo, que está permitiendo que dirigentes de su partido y del propio gobierno, más jueces y fiscales ideológicamente afines, promuevan manifestaciones contra el Supremo, y se anuncien medidas contra medios de comunicación que se atreven a denunciar la falta de respeto a las reglas de la democracia. La principal, la independencia entre los poderes Judicial, Legislativo y Ejecutivo. El sanchismo tiene miedo a perder el poder. El no sanchismo tiene miedo a ver a España convertida en una autocracia. Una dictadura populista.
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