Juan De La Plata

La tertulia de 'Los Gabrieles'

Jerez, tiempos pasados

A mediados de los años sesenta se improvisaba cada fin de semana, en el bar 'Los Gabrieles', de la Lancería, una amena tertulia sobre diversos temas de interés

Jerez, 12 de marzo 2013 - 01:00

DEBIÓ ser sobre los años sesenta y tantos, cuando yo frecuentaba el pequeño pero coqueto bar "Los Gabrieles" de la Lancería, donde los fines de semana solía improvisarse una amena y muy interesante tertulia, formada por varios clientes, entre los que, a vuela pluma, recuerdo los nombres del marqués de Casa Vargas Machuca, de Paco de la Riva, del comisario de policía de Jerez, Izquierdo Portocarrero - padre de tres buenos amigos míos -, de José Antonio García Figueras, del propio dueño del bar, Adolfo Real Torregrosa, todo un experto en heráldica y en flamenco y algunos otros amigos menos asiduos, como el viejo cantaor no profesional Juan José Vargas y Vargas "El Choza", que cuando algún día caía por allí, a media voz se entonaba sus característicos y muy personales cantes por romances y bulerías.

Junto a "Los Gabrieles", estaba el freidor de Macarra, y allí paraba el bueno de Ochele, bailaor y torero cómico de los años veinte, que solía pasearse por la acera, con un pañuelo en la cabeza, que de vez en cuando iba a remojar a la fuente de la plaza del Arenal. Ochele vivía a la que cayera, siempre a salto de mata, deseando que alguien le pidiera bailar su famoso baile de "El Cepillo de Santa Marcela", un baile que no era por bulería, ni por soleá, ni por nada; sino un invento suyo, pero muy gitano, y con el que uno se tenía que morir de risa. Y mientras Ochele se paseaba por delante de la puerta los tertulianos aderezaban la copa del medio día, hablando de literatura, de arte, de numismática o de lo que se encartara, en el momento, porque aquella era una tertulia nada formal, muy culta.

El comisario, con su aspecto serio, amable y sosegado, o en su lugar el marqués, tan docto en historia local y heráldica, imponían todo el respeto del mundo; mientras los jóvenes dueños de las bodegas de la Riva, de la calle Arcos, la del fino "Tres palmas" y José G. Delgado, la del fino "Clarita", desarrollaban con la mayor elegancia del mudo una conversación en la que también tomaba parte, el hijo de don José García Figueras, propietario de la tienda de tejidos Almacenes Tomás García, de la misma calle, mientras que los demás escuchábamos en silencio o participábamos, cuando nos parecía oportuno, dando nuestra opinión sobre tal o cual parecer o cuestión.

Y todo ello, dialogando serenamente, con amenidad y las más educadas maneras. El dueño del negocio, hombre cultísimo, igualmente, metía baza de vez en cuando, según se le pidiera, sobre todo en materia de heráldica en la que era toda una autoridad. Conocimientos que compartía con el marqués de Casa Vargas Machuca, a quien era todo un placer poder escucharle en sus sabias intervenciones, fuera la materia de que se tratase. No se si fue el marqués o su señor padre, quien escribiera hacía años un curioso y bien documentado libro sobre el flamenco y la obra del pintor cordobés, Julio Romero de Torres.

Por cierto que pasados muchos años de aquellas tertulias y desaparecido totalmente el bar "Los Gabrieles", uno de los jóvenes tertulianos, García Delgado, me regalaría dos valiosísimos dibujos de los que el gran pintor jerezano Carlos González Ragel hiciera para publicitar el fino "Clarita", en el interior del colmao también llamado "Los Gabrieles", que durante muchísimos años tuvo abiertas sus puertas en la madrileña calle Echegaray 17, muy cerca del bar "La Venencia", el intitulado "Consulado de Jerez", que estaba en el número 7 de la misma calle del Madrid castizo, que mi amigo Manolo Pérez Celdrán y yo frecuentamos en algunas ocasiones.

"Los Gabrieles" que yo conocí en los años sesenta, estaba casi totalmente decorado por nuestro paisano el pintor de las esqueletomaquias, Carlos González Rajel, y en su fachada e interior, aparte las pinturas de éste, abundaban los anuncios en cerámica de bodegas jerezanas, como Garvey, Domecq, Marqués del Mérito, Sánchez Romate y otras conocidas bodegas. Azulejos publicitarios que eran auténticos tesoros y que venían a ser algo así como una especie de museo del arte de nuestro paisano González Ragel; hoy día felizmente recuperado, después de varios años cerrado.

En este viejo colmao de finales del XIX, paraban artistas de teatro, literatos, toreros y políticos, entre otras gentes, y en él se decía que se cortó la coleta Juan Belmonte. Y sabido es que nuestro paisano el general Primo de Rivera solía ir a escuchar el buen cante de Jerez, en uno de sus camarotes o reservados, especialmente al jerezano don Antonio Chacón. Hasta se hablaba de que el mismísimo rey Alfonso XIII, fiel a la tradición borbónica, tan amiga de lo popular, fue visto más de una vez, de juerga en uno de sus camarotes.

Y resulta muy curioso saber que el nombre de "Los Gabrieles" nada tenía que ver con el nombre de los dueños, sino con el sabroso cocido de garbanzos, a los que los madrileños de entonces, no se sabe por qué, llamaban "gabrieles", y que era el plato favorito de la casa.

Pero en "Los Gabrieles" de Jerez, no se comían garbanzos, ni ninguna otra clase de tapa, que no fuera unas escuetas lonchas de queso o de salchichón. O patatas fritas, que aún no se vendían en bolsas y que el tasca guardaba en una lata de galletas, debajo del bonito mostrador, con escenas de toros, pintadas por "Ramírez". No era el amigo Adolfo muy dado a tener un menú más amplio y variado. Y como los tertulianos lo sabíamos, pues apenas si pedíamos tapa alguna y solo se bebía a palo seco. Porque la mejor tapa no era otra que la conversación y el conocimiento de los interesantes temas que, en cada tertulia, unos y otros poníamos sobre la mesa.

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