En tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Siempre nos quedará París

LE decía Rick -Humphrey Bogart- a Ilsa -Ingrid Bergman- al final de la incomparable 'Casablanca'. Pero… ¿y si también les quitan París?

La división de poderes -Legislativo, Judicial y Ejecutivo- es el ADN de la democracia. No hay que darle más vueltas: si no se garantiza la independencia de cada uno de ellos, el régimen político en el que se apoya el progreso y bienestar de la mayoría libre de la Humanidad, es, y siempre será, del todo y absolutamente, imposible.

Dictadorcillos del tres al cuarto, tiranos en grado de 'aspirante' o 'licenciado', terribles y sanguinarios dictadores, déspotas funestos y opresores totalitarios de toda calaña; todos han intentado maquillar sus infaustos absolutismos amparándose en una supuesta Justicia –su 'Justicia'- elaborada y manipulada a la medida de sus torcidos intereses, sostenida por leyes inaceptables promulgadas por sumisos lacayos con el único objeto de perpetuar a sus amos en un poder que no les pertenece… pero se lo atribuyen; que el pueblo les negaría… si le dejasen pensar y le permitiesen hablar; que utilizan en beneficio propio… en lugar del de todos.

Para que no ocurra lo que siempre termina por suceder cuando los comunistas se establecen en el poder, es imprescindible -lean bien, por favor: im-pres-cin-di-ble- que la sociedad que los acogió, les proporcionó el bienestar que ellos son incapaces de facilitar a los demás, y les regaló la libertad que jamás ellos conceden a los demás, disponga de los mecanismos necesarios, y suficientes, para mantener dentro del orden democrático incluso a los que llevan en sus genes la putrefacta y repugnante semilla de la imposición que esclaviza, la censura que encadena y el despotismo, que mata.

Ese mecanismo, al que he hecho referencia, está más que inventado: la separación de los tres poderes del Estado. Algo que garantiza que se dicten las leyes que acuerden, y estimen convenientes y beneficiosas para la mayoría, los representantes legítimos de los ciudadanos para que sean aplicadas por jueces independientes, que no tengan que rendir cuentas ni devolver favores a los políticos que los nombraron. Pero este sistema, que ha demostrado -con fallos y errores, por supuesto, pero funcionando al fin- ser el menos malo de los posibles, no “sirve” a quien no quiere servir, si no servirse.

En nombre de la 'libertad'… en defensa de la 'democracia'… para garantía de los 'derechos fundamentales'… por 'el bien' del pueblo… Grandes lemas, consignas gloriosas, para los que por ellas de verdad lucharon, muchos… murieron; viejas y prostituidas cantinelas, en boca de los que las utilizan para lo contrario de lo que predican; tópicos, huecos y pervertidos, cuando son manipulados por los carceleros de la libertad, los enemigos de la democracia, los verdugos de los derechos fundamentales o los traidores al pueblo.

El gobierno social-comunista, que nos está sumergiendo en la peor de las crisis económicas imaginables, quiere ahora, en mitad de la partida, cambiar las reglas del juego. Sabido es que, desde la Transición, unos y otros han intentado arrimar el ascua del poder judicial a su particular sardina; pero cierto es también, que unos y otros, y la mayoría de nosotros por ellos representados, llegamos a acuerdos para establecer normas que cumplir, pactos que respetar y convenios que asumir. Las trampas las hacen los tramposos, los engaños, los trileros; mienten los mentirosos y simulan los falsos. Las personas honestas y congruentes, sean lo que quieran ser y piensen como deseen pensar, no hacen trampas ni engañan ni mienten ni simulan pensar lo que no piensan. Es sencillo -cómo podría ser la vida misma-: o eres de los unos, o estas con los otros; no hay más.

No se puede consentir, bajo ninguna circunstancia, que se atente contra la independencia -ya menor de lo deseable- del poder judicial; sería tan peligroso como un proyecto de golpe de Estado.

No hace falta no votar al PSOE, o no ser socialista, o no 'socialista', y no es necesario ser conservador, de derechas, o de 'derechas'; hace falta, y es necesario, amar y querer vivir la libertad, creer -al menos lo imprescindible- en la democracia, respetar la dignidad y tener vergüenza -al menos, la imprescindible-. No se trata de 'o nosotros o ellos', se trata de todos, pero todos, no 'todos'… los que yo diga. Si le das un martillazo al que va subiendo tras de ti por la escalera, mañana, cuando estés detrás de otro que haya empezado antes, te darán el martillazo a ti. No lo digo sólo yo -que lo digo-, ni la Oposición ni los disidentes -que también lo dicen, ambos-, ¡lo dice Europa!: ¡cuidadin, cuidadin, Pedrito, que se te está viendo el calcetín! -le pedían al lobo, en el cuento, que enseñase la patita, a este, que no es ningún cuento, el calcetín- ¿Lo querrá ver, quien no quiera verlo?

Los juegos malabares, las mentiras por verdades, el conejo en la chistera, la palabra -por hueca- fácil, el “mucho te quiero perrito, pero pan poquito”, las promesas 'populares'… mire usted, mejor que no, más… ¡no!

La Constitución es nuestro 'París' particular. Necesitamos gentes -nosotros- que, como Ilsa y Rick con París, crean en ella, y hacen falta gentes -jueces profesionales y libres- que la hagan cumplir. A ellos, en 'Casablanca', les quedaba aquello en lo que creían: París. Pero … ¿Y a nosotros? ¿Y si nos quitan también 'París'?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios