HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

El uso del tiempo

10 de julio 2009 - 01:00

LA intención es buena pero la proposición es falsa: con tiempo libre hacemos más cosas, sobre todo las pendientes, y leemos más. En verano una buena parte de la población tiene tiempo libre, pero es como un permiso, una tolerancia, una provisionalidad. El tiempo libre se despilfarra, no se si miserablemente, pues tiene unos límites, un principio y un fin, y todos los propósitos que hacemos para aprovecharlo quedan en sombra y nada. Tampoco se lee más por lo que he podido comprobar. Quizá lea algo más, no mucho, quien lee siempre y tiene ya adquirida la costumbre, pero quien compra libros pensando en las vacaciones y apenas ha leído los periódicos el resto del año, los guardara sin leer cuando vue1va a sus quehaceres y obligaciones cotidianas sin intención de retomarlos en otro momento. Los libros de las vacaciones son como los bañadores:cansan, se decoloran y estropean.

El tiempo libre creador es el ocio, es decir, todo el tiempo, no unos fragmentos diarios y otro un poco más largo al año. Con el tiempo fragmentado no se puede crear un sistema filosófico ni elaborar una hipótesis científica, ni escribir con orden ni pintar con disciplina, ni siquiera pensar con detenimiento, porque es un tiempo con puertas que se abren y cierran por voluntad ajena e impiden la visión y la perspectiva de la eternidad. El ocio tiene valor y el tiempo libre tiene precio, una diferencia insalvable entre ambos. El primero es un regalo inagotable, como el aire o e1 agua, y lo usamos como un don gratuito que no nos pertenece; el segundo lo hemos comprado al precio de renunciar a él las más de las horas y lo malgastamos, o lo dejamos pasar con indiferencia, porque es nuestro y somos libres de hacer con nuestras propiedades lo que nos dé la gana. No tenemos claro si dejar pasar el tiempo libre placenteramente es una pérdida. Haremos por averiguarlo.

El ocio sí debería ser sagrado porque de él han nacido las civilizaciones y perderlo es imposible. No es de una persona sino de muchas generaciones. El pensamiento y las artes, la política y la economía, la paz y la guerra, la bondad y la maldad no son labores de un individuo sino de siglos y generaciones de individuos con talento y ocio.El ocio creador no muere con la persona sino que continúa vivo en otros, es eterno y fructífero, benéfico y civilizador, mientras que el tiempo libre tiene vida tan corta que no deja desarrollar nada coherente y de verdad, sea bueno o malo, digno de ser continuado. Marco Aurelio nos recomienda con insistencia la bondad como satisfacción por sí misma, pero no tenemos tiempo para ser bondadosos como dedicación. La dicha posible, la que obtendremos perdiendo el tiempo libre y no el ocio es la de Ibsen: "Qué cosa tan extraña es la dicha: llega por caminos invisibles cuando ya no la esperábamos."

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