Vientos de guerra, elogio de Arquíloco

02 de diciembre 2025 - 03:07

No sé si lo que estamos viviendo es un “si vis pacem para bellum” o un “para bellum”. Si se trata de disuadir a Putin de cualquier tentación agresiva o estar preparado para responder a una más que posible agresión. Si se trata de enseñar los dientes o estar a punto de liarse a bocados. Si son realistas o exageradamente alarmistas titulares, tomados de medios serios, como “Francia se prepara para una posible guerra con Rusia”, “El plan secreto de Alemania para responder a un posible ataque de Rusia a la OTAN”, “Vientos de guerra. Italia sigue los pasos de Francia y Alemania”, “Alemania y Francia preparan a sus jóvenes para una Europa con la guerra a sus puertas” o, el peor, “Según el Jefe de las Fuerzas Armadas de Francia ‘Debemos aceptar la pérdida de nuestros hijos para proteger lo que somos’”.

La generación de mis abuelos fue coetánea, y en muchos casos víctima, de las guerras de Cuba y África, las dos guerras mundiales y nuestra Guerra Civil. La de mis padres nació durante la guerra de África, vivió la civil y fue coetánea de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, mi generación, la de los nacidos en la segunda mitad de los años 40 y la primera de los 50, ha vivido desde 1945 hasta hoy el período más largo de la historia sin guerras mundiales o civiles y entre las naciones de Europa occidental. La crisis de los misiles en octubre de 1962 es lo más cerca que estuvimos de un conflicto mundial, pero afortunadamente estaban Kennedy en la Casa Blanca, no Trump, y Kruschev, no Putin, en el Kremlin. Por eso nos hemos mal acostumbrado a la paz como si esta fuera algo natural o conquistado para siempre.

Quizás esto nos haya hecho cobardes, pero al Jefe de las Fuerzas Armadas de Francia le contesto con los versos de Arquíloco de Paros. Desde que lo estudié, cuando lengua y literatura latina y griega se estudiaban en el bachillerato, me hice fan de este poeta soldado del siglo VII antes de Cristo que respondió con desahogo al famoso “vuelve con tu escudo o sobre tu escudo”, es decir vencedor o muerto en combate, con estos versos felizmente desvergonzados: “Junto a una mata/ el arma irreprochable dejé, aunque a mi pesar;/ pero yo me salvé. Qué me importa ese escudo./ Que se pierda; uno nuevo mejor compraré”. Lo suscribo en lo que a nuestros hijos y nietos se refiere.

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