La columna

Begoña García / González-Gordon

El zapato masai

13 de febrero 2009 - 01:00

SON unos zapatos horrendos, parecen barcas. Y como barcas funcionan pues tienen la suela abarquillada. Quien se los calza, anda todo el tiempo haciendo equilibrios y meciéndose adelante y atrás. Pero feliz. Tentada estoy de comprarme un par.

Los zapatos en cuestión, ha sido concebidos y diseñados inspirándose en los pies de los masais, esa tribu africana de hombres tan esdrújulos: altísimos, guapísimos, delgadísimos, chulísimos. Con su manta roja y su tranca, son todo un tratado estético.

Resulta que los masais, como guerreros que son, andan y corren la barbaridad. Y con un swing de piernas estupendo. Pero no voy a lo del swing, sino a lo del kilometraje. Resulta que un ingeniero suizo cayó en la cuenta de que no les duele nunca la espalda. Pero nunca, oye. Bueno, supongo que tras un palo con la tranca, sí, pero es ejemplo que no viene al caso. Lo que sí viene, es que el mencionado ingeniero comprobó que la ausencia de dolor de espalda se debía al hecho de pisar sobre superficies irregulares. Y quiso trasladarnos esa ventaja, diseñando lo que popularmente llaman el zapato masai. Sirve de remedio a tantos males, que podría venderlo Dulcamara junto con el elixir de amor. Protege las articulares, mejora la postura, acelera el andar, entrena músculos, quema calorías… Eso sí, haya que entrenarse un poquito hasta acostumbrarse. Incluso estando quieto se balancea uno. Mareos me entran sólo de pensarlo. A mí, la verdad, a quien me gustaría calzarle unos zapatos de estos, no es tanto a mis pies como a mi alma. Zapatos barca para vadear la crisis a pie enjuto. Para habituarnos a la inestabilidad. Para reforzar nuestra musculatura haciéndonos fuertes a la hora de sortear los obstáculos. Para evitar que nos salgan callos de tanto zapato como nos aprieta. Con el alma a bordo de esa embarcación, podríamos capear -o patear- el temporal. Entonando, como medida de consuelo, una dulce barcarola.

Yo diría que sirven hasta de faro. Si es verdad que la crisis es tiempo de oportunidades y de poner la imaginación a trabajar, ¿qué mejor faro que ese zapato que, como reza su publicidad, ha convertido una idea loca en un éxito mundial?

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