El presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, ha salido por primera vez de su país desde que en febrero pasado se produjese la invasión rusa para ser recibido en Estados Unidos, que ha sido su principal aliado junto a la OTAN. Aunque quien es el personaje internacional del año 2022 ha intervenido a distancia en distintas Cámaras -entre éstas, el Congreso de los Diputados-, Zelensky anunció el pasado miércoles por sorpresa que se desplazaba hacia Washington. Cuando se cumplen 300 días desde la invasión, Ucrania quiere que aumente y se modifique la ayuda militar que está recibiendo, de modo que pueda hacer frente a la campaña de destrucción que Rusia está llevando a cabo sobre sus infraestructuras críticas para doblegar la voluntad de los ucranianos. Es de prever, por este motivo, que Estados Unidos facilite a Kiev los sistemas de misiles Patriot, además de un nuevo paquete de ayudas económicas que aprobará el Congreso. Pero el recibimiento por parte del presidente norteamericano, Joe Biden, también tiene un significado especial que, en buena parte, afectará a la Unión Europea y a España. Y es que Estados Unidos está decidido a que Ucrania prosiga la guerra más allá de este invierno, con el objetivo de recuperar las fronteras de antes de 2014, cuando Rusia se apoderó de las dos provincias de la zona del Donbás. La opinión mayoritaria de la OTAN es que cualquier concesión territorial a Putin, aunque sea para alcanzar una paz, servirá para que, en un futuro, intente apoderarse de nuevas regiones. Esto coloca a España, como a la Unión Europea, ante un año 2023 en el que seguirán existiendo problemas inflacionarios y de estrangulamiento en el abastecimiento energético. Ante ello, sólo cabe expresar la misma unidad europea que hasta ahora ha hecho posible repeler las ambiciones territoriales de Putin, más allá de las diferencias que a priori se podrían suponer a los Veintisiete.