Juan Ignacio De Arcos

La joven de la perla

La tribuna

La joven de la perla
La joven de la perla / Rosell

06 de julio 2023 - 00:00

Nos han encargado un artículo ilustrado sobre Velázquez y dado que queremos hacer algo original, superamos la tentación de utilizar ChatGPT. Armados de valor tecleamos “Obras famosas de Velázquez” en la caja de búsqueda de Google para ilustrar nuestro artículo. ¿Cómo reaccionaríamos si el primer resultado fuera un remedo de las Meninas, una recreación moderna a pastel? ¿Lapsus del algoritmo de búsqueda? No puede ser, Google nunca se equivoca.

Lamentablemente, algo similar ha sucedido ya. No una vez, varias. No con Velázquez, pero sí con un contemporáneo suyo, Vermeer, y con algún otro pintor renombrado como el estadounidense Edward Hopper. El caso de Johannes Vermeer es curioso. Sucedió hace un mes. Al teclear su nombre, Google ofrecía como primer resultado una imagen del lienzo La joven de la perla en modo hiperrealista, muy característico en las imágenes sintéticas generadas por la inteligencia artificial actual. El buen observador no sería fácilmente engañado, pues en vez de la famosa perla que, en el original, lucía la joven en su oreja (según investigaciones recientes, más bien, una gema de imitación), era sustituido por una pequeña bombilla, detalle relevante, dado que la luz eléctrica tuvo su nacimiento unos 200 años más tarde.

El asunto tiene más carrete, dado que la obra, producida por un artista digital radicado en Berlín con la herramienta de IA Midjourney, ha estado expuesta en el Museo Mauritshuis de la Haya hasta hace unas semanas, provocando una intensa polémica y cosechando el elocuente epíteto de “insulto” al legado de Vermeer. Este caso constituye el número 554 en la base de datos de incidentes de la IA (AIID), un registro operado por una organización independiente que se rige por el aforismo de que aquellos que no son capaces de recordar su pasado, están condenados a repetirlo… con los datos.

Es muy probable que personas sin conocimientos en historia del arte puedan verse engañadas por hechos como este. Si a eso le sumamos que Google goza de una desproporcionada credibilidad, la amenaza de un escenario donde la desinformación sea el actor principal es más real que nunca. La variedad de situaciones, contextos o tecnologías involucradas es enorme pero el denominador común es el mismo: la IA.

En marzo, un chatbot destinado a personas con trastornos alimentarios fue retirado de la circulación tras detectarse que había comenzado a dar consejos dietéticos dañinos. No se trataba de una empresa privada, sino de la Asociación Nacional de Trastornos de Alimentación norteamericana que, por supuesto, había decidido previamente despedir a todos los empleados de su centro de ayuda al ser sustituidos por el más eficiente y económico chatbot.

Otro caso notorio es el de la foto que circuló en mayo por Twitter de una explosión falsa a metros del Pentágono. Sucedió a las 10:06 de la mañana y a las 4 horas, la Bolsa había caído un 0,26%. Fotos falsas de Elon Musk avalando estafas con criptomonedas, el Papa Francisco enfundado en Balenciaga o pornografía con celebridades son, desgraciadamente, moneda común en esta sociedad hiperconectada en la que no disfrutar de internet –llaman a eso la brecha digital– es un factor de desigualdad social, cultural y económica.

Todo esto abunda en la solicitud de multinacionales, instituciones y más de 30.000 expertos que respaldan un marco ético y regulatorio al respecto. Sam Altman, de OpenAI (ChatGPT) ha recorrido Europa para expresar su apoyo a la regulación en ciernes de la UE; Microsoft defiende un organismo similar en USA; Google quiere pactar con la UE un conjunto de reglas para el desarrollo de la IA. Pero el neto es que China es el único país con regulación expresa desde enero, con severas limitaciones al uso de una IA que, entre otros riesgos, perjudique la imagen del país o sus instituciones. Europa le sigue, pendiente de aprobación definitiva como ley del Acta de la IA a finales de año. Mientras tanto, negocia con Google y Facebook algún tipo de marca de agua para evitar las campañas de desinformación, donde la Federación Rusa ha demostrado ser el paradigma.

Pero no seamos ingenuos. La regulación no acabará con la desinformación. El contenido sintético va a seguir proliferando, probablemente a una escala asombrosa. Dieken, el artista de IA que hizo el falso Vermeer, nunca trató de ofrecer la imagen como un verdadero Vermeer. Sin embargo, debido al error de Google, las personas que buscaban información sobre historia del arte creyeron que sí. Dependemos de una IA cada vez más autónoma que nos facilita la vida y el trabajo. Tecnologías sorprendentes basadas en IA se lanzan al mercado de forma sutil y reaccionamos cuando el daño es una realidad. Sólo el firme compromiso de las grandes compañías con las instituciones para desarrollar una IA responsable podría garantizar que todos nuestros problemas se limiten a casos como el de la joven de la bombilla.

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