Para algunos viandantes distraídos con los escaparates de los negocios o el tráfico, a priori, pasa casi inadvertido. Ahora bien, alzas la mirada de la pequeña escalinata, echas un vistazo al cartel de la programación, subes un poco más la mirada y cualquiera se da cuenta de que no es un edificio más, aunque se encuentra perfectamente integrado. Si tienes las ganas y la suerte de pasar a su interior, quedas prendado.

El coliseo jerezano, el Teatro Villamarta, inaugurado el 11 de febrero de 1928 brilla por sí mismo a pesar de cumplir casi una centuria, no sólo por lo que es, sino por lo que hace sentir. Fue un rey, Alfonso XIII, quien se dio cuenta de que, a Jerez, donde el arte y el duende se respira por las calles, le faltaba un teatro a la altura de la ciudad. De modo que, tras una visita, encargó al alcalde don Álvaro Dávila y Agreda, marqués de Villamarta, la construcción de un nuevo teatro más moderno y a la altura de la población que lo albergaría.

Se eligió un terreno donde anteriormente estuvo el Convento de la Vera Cruz y un hospital, ambos en estado ruinoso. El arquitecto vasco Teodoro Anasagasti elaboró el proyecto definitivo. Miguel Primo de Rivera colocó la primera piedra el 10 de enero de 1927. Poco más de un año más tarde, quedó oficialmente inaugurado con un aforo menor al del ambicioso proyecto, quedando reducido a 1.938 localidades.

Interior del Teatro Villamarta.

Pionero

El jerezano Teatro Villamarta fue uno de los primeros edificios de España en los que se utilizó el hormigón. De estilo regionalista andaluz, su fachada es modernista con reminiscencias gaudianas y cierto sabor cubista. En ella se observan dos grandes torres, dos rejas y mosaicos florales. Y algo muy curioso: las ventanas situadas en las torres tienen forma de botella de vino.

Paréntesis

En estas líneas se ha desarrollado quiénes impulsaron la edificación de un edificio muy emblemático para la ciudad de Jerez en la actualidad. La trama sobre los responsables de su gestión y explotación darían para una saga. Cabe señalar un gran paréntesis que mantuvo su escenario cerrado durante una década, hasta que a finales de 1996, en presencia de la Infanta Elena de Borbón y Jaime de Marichalar, entonces, Duques de Lugo, el Villamarta resucitó con un concierto del tenor Alfredo Kraus acompañado por la Orquesta Filarmónica de Turingia en una velada histórica para la ciudad y la cultura.

Se abrirá a partir de entonces un periodo de esplendor del teatro jerezano con proyectos como el Centro Lírico del Sur y el Festival de Jerez, auténticos referentes fuera y dentro de las fronteras de Jerez.