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Desenfunda, que son 35,50 más las gambas

Opinadores

Desenfunda, que son 35,50 más las gambas / Miguel Guillén
Pedro Ingelmo

30 de junio 2025 - 12:32

HAY dos imágenes de mi infancia que se desarrollaban cada verano cuando acompañábamos a mis progenitores a la periferia ibérica a ver a la familia eólica, solar y fotovoltaica (no la nuclear, que éramos nosotros). Esos familiares estivales, para mí, estaban disgregados por la geografía española, sin caer en que ellos estaban donde habían estado siempre y, para ellos, eran mis padres los disgregados, que vivían donde vivían todos los disgregados, en Madrid. Pero a lo que voy. Una de esas imágenes se desarrollaba en las noches en los patios -en Madrid no teníamos patios- con aroma de jazmín -digo yo que serían jazmines, en Madird tampoco había- , cuando los hombres familiares se sentaban alrededor de una mesa con una baraja y los coñás y los güisquises y las mujeres familiares hablaban de sus cosas poniendo un rumor musical de fondo. Yo asistía emocionado a la partida, aunque rápidamente caía en la desolación al ver cómo mi padre perdía mano tras mano y apuesta tras apuesta porque en la periferia siempre se ha jugado mejor a los naipes, igual que eran mejores los tahúres del Oeste que los de Boston.

Desenfunda, que son 35,50 más las gambas / Miguel Guillén

Pero la revancha llegaba en la tasca de mediodía cuando los jugadores de la noche reponían cada uno su energía (eólica, solar, etcétera...) a base de vinos, berenjenas de Almagro y cangrejos de río. A la hora de pagar mi padre era el campeón. Y eso que la discusión era enconada. Ni se te ocurra, ésta es mía, que no, hombre, que pago yo, que no, que se acabó, y plantaba mi padre las 500 pesetas con un tajante ¡cóbrese! al cantinero. Cuando volvía con mi madre, yo le anunciaba la buena nueva de que mi padre había vuelto a ganar la cuita y mi madre con una cara seria pronunciaba la frase retórica: “Le ha tocado pagar otra vez, ¿no?”

He sacado muchas cosas de mi padre, pero sin duda dos de las más significativas son mi impericia con los naipes y mi velocidad a la hora de sacar la cartera, aunque llevo observando desde hace tiempo que mis amigos se dividen entre los que compiten con mi habilidad por conseguir pagar la cuenta cuando nadie se percata -los menos- y los que no han nacido con ese don y, no sé cómo, nunca consiguen esa pequeña victoria tras la cual mi mujer siempre me mira con una cara que yo diría que quiere decir: “Tú eres tonto”.

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