Reserva Flamenca

"Manuel era una persona humilde, pero sus miedos le hicieron crear su propia barricada”

  • Recordamos a Manuel Agujetas en el sexto aniversario de su fallecimiento, hablando con su esposa Kanako Ikeda

Manuel Agujetas y Kanako Ikeda.

Manuel Agujetas y Kanako Ikeda.

"Yo soy un hombre verdadero y no engaño a nadie". Con esa afirmación podemos entender, de alguna forma, la figura de Manuel de los Santos Pastor, 'Agujetas', un artista que seis años después de dejarnos, mantiene más vivo que nunca su legado. Un día como el de ayer, 25 de diciembre de 2015, su voz dejó de sonar, dejando huérfano al cante pues su vacío, al igual que otros tantos artistas anteriores, será muy difícil rellenar, sobre todo para los que lo escucharon.   

Seis años después de su adiós, hablamos con Kanako Ikeda, su viuda, intenta "vivir de la misma forma que cuando estaba él, sigo en el campo cultivando tomates, pimientos, habas, chícharos y con mis animales, sigo igual, es la única manera de seguir adelante". Pese a todo "mi día a día es difícil, porque lo echo mucho de menos", asegura.

Agujetas y Kanako, a principios de los 90. Agujetas y Kanako, a principios de los 90.

Agujetas y Kanako, a principios de los 90.

Más de un lustro después de su adiós Kanako reconoce que "he tardado por lo menos un año en poder escuchar sus discos, pero ahora poco a poco voy volviéndolos a escuchar". "Para mí Manuel ha sido mi marido pero también ha sido mi niño, mi hermano, mi amigo, un poco de todo, y ha sido complicado superar su adiós".

Kanako había crecido escuchando y viviendo el arte jondo en la ciudad de Sendai, una localidad al norte de Tokio, concretamente a unos 300 kilómetros. "Mi padre tocaba la guitarra y a mi madre le encantaba el flamenco. Con tres años mis padres me llevaban a los teatros a ver flamenco, y a los 4 años comencé a dar clases de baile. Para mí el flamenco es muy natural".

Antes de conocerle personalmente, "yo le escuchaba en discos, y me llevaba toda la noche escuchándolo. Fíjate dónde llegaba mi obsesión por su manera de cantar que les solía decir a mis amigas, 'al final me voy a casar con este hombre'", recuerda con nostalgia.

Este detalle nos descubre a una mujer distinta y que, por sus vínculos laborales, había conectado desde muy temprano con la cultural occidental. "Yo tenía muchos amigos extranjeros, franceses, norteamericanos porque trabajaba en la televisión de Japón haciendo programas de entrenimiento. Viajaba por los países extranjeros y explicaba su cultura y cómo era su gente". 

Su historia comenzó en un viaje del cantaor a Francia, donde la conoció "mientras viajábamos en tren. Yo venía de París y me dirigía a Madrid y él volvía de cantar en París. Cuando entré en el vagón, lo vi y me quedé sorprendida, porque tenía delante de mí a la persona que escuchaba todas las noches. ¿Es usted Agujetas el cantaor?, le pregunté. Me dijo que sí y me invitó a sentarme a su lado. Empezamos a hablar, bueno más bien fue él quien no paró de hablar. El tren salía por la tarde y llegaba a las ocho de la mañana a Madrid. Cuando dieron las doce de la noche, me dijo que me quedara en el vagón durmiendo y él se salió al pasillo. Descansa tú, me dijo, y se quedó toda la noche fuera sin dormir y sin sentarse".

Agujetas y Kanako, en su casa de Rota. Agujetas y Kanako, en su casa de Rota.

Agujetas y Kanako, en su casa de Rota. / Miguel Ángel González

"A mí todo aquello me impresionó. En aquel momento yo sólo conocía el cante de Manuel Agujetas, no sabía cómo era como persona ni nada. Pero reconozco que su actitud y su fuerte personalidad me cautivó. De hecho, pensaba que yo les había dicho a mis amigas que me iba a casar con él, cosas del destino".

"Siempre defiendo que a veces las cosas no son cómo parecen y a veces te encuentras con realidades distintas", recalca.

Cuando se le pregunta por la personalidad de Manuel Agujetas, Kanako, que ha vivido más de 25 años con él, reconoce que "tenía un carácter agrio, pero ni mucho menos era como alguna gente lo pinta. Yo siempre pongo un ejemplo. Si vas a acercarte a un caballo y vas con miedo y pensando que te va a dar una coz, al final te la da. Si te acercas con el corazón abierto y dándole cariño, todo es distinto. Además, en el caso de Manuel, tenía un sexto sentido y detectaba a la primera cómo era la persona que se le acercaba".

"Sé que Manuel era alguien que no pensaba lo que decía, y en ese aspecto podía ser duro, y a veces se magnificaba algunas cosas que hacía, pero los que le conocían bien, no tenían problemas. Mira por ejemplo Antonio 'El Platero', ¿cuándo ha hablado malamente de él? Ambos se conocían y se entendían bien. Es cierto que no era una persona simpática ni suave, pero también creaba su propia barricada. Era muy humilde y como le daban miedo muchas cosas, se creaba esa imagen de persona dura y hosca".

Kanako Ikeda nos descubre también habilidades cantaoras del artista "que no solía hacer con gente desconocida, sólo con los que él consideraba amigos". Se trata de su facilidad para cantar "por colombianas, por rancheras o por sevillanas, cantes que normalmente no hacía en público, pero que los interpretaba de manera genial. A mí se me han saltado las lágrimas cuando le he escuchado hacer las colombianas 'Quisiera cariño mío'. No he escuchado algo más bonito. Recuerdo que una vez lo cantó delante de Isidro Muñoz, el padre de Manolo Sanlúcar y le dijo 'Manuel, tú hasta por colombianas cantas jondo'". 

Cuando recuerda también su experiencia con Gualberto en el disco grabado a finales de los 70, Kanako confiesa que "Manuel era una persona de mente abierta, si no, no se hubiera casado con una japonesa", advierte entre risas. Recuerdo que un día estando en Japón coincidimos con un pianista. Él no entendía el idioma, pero le dijo que le tocase de una forma con el tono de la voz. Empezó a cantar y quedó precioso".

El cantaor sigue siendo, hoy día, todo un icono en Japón donde "sus discos están en la biblioteca nacional, los puedes consultar". En el país asiático "alquilábamos los teatros para hacer las actuaciones", asegura Kanako. "Yo he llegado a ver a la gente llorando y no entendían el idioma, pero lloraban. Eso no es fácil".

Presente en múltiples actuaciones en directo, Kanako admite que los mejores momentos de Agujetas los vivió "cuando cantaba con sus amigos. Como en aquel momento hacía cosas que habitualmente no hacía, sucedían situaciones increíbles, momento sobrenaturales, porque él era sobrenatural. Y eso que él no creía en el duende, decía que era un hombre con una sábana blanca", recuerda entre risas".

Para su mujer, son dos los discos que definen bien al artista, "o al menos son los que a mí me gustan más, los habré escuchado infinidad de veces", destaca. Se refiere a "Viejo Cante Jondo, su primer disco, pero también Harmonía Mundi que grabó con Parrilla de Jerez, que era el que escuchaba yo todas las noches".

Sobre su discografía Kanako reconoce que "ha sido muy dispersa, porque él grabó discos en España, en Estados Unidos y también en Japón", de hecho algunos de ellos "no han llegado ni a España. Hay uno que grabó con dos guitarristas japoneses y recuerdo que cuando estuvieron grabando uno de ellos casi se desmaya porque iba a tocar a Agujetas. Manuel lo cogió y le dijo, 'tranquilo chiquillo, toca por ahí, y al final salió muy bien".

Al hablar de Manuel Agujetas, Kanako destaca también su "capacidad para memorizar letras. Manuel no sabía leer ni escribir, pero se podía llevar horas cantando sin repetir una letra. En su cabeza tenía como cajones con letras de soleá, seguiriyas, fandangos....Era increíble".

Se ríe al recordar "cuando se ponía para trabajar en el campo unos zapatos de charol. Le encantaba comprarse trajes buenos y zapatos buenos, pero a veces me lo encontraba cavando la tierra con un traje de cien mil pesetas". "Él tenía buena percha, porque era alto y siempre decía 'alai en el vestir, caló de nacimiento".

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