Viernes Santo

Multitudes y unos varales que alargan la noche

  • Enorme jornada pasional en la que un imprevisto en el palio de La Soledad hizo pensar en dejar los pasos en la Catedral. El cierre de la Semana Santa se alargó demasiado.

Y Colorín, colorado, la Semana Santa de 2015, al menos en Jerez, se ha acabado. Sí, ya sé que aún queda la procesión del Resucitado en la mañana del Domingo de Pascua, pero para el jerezano de a pie, la Semana Mayor se acaba en cuanto el palio de la Piedad emboca la puerta de la Capilla del Calvario. Y finaliza, como decimos, una semana marcada, sobre todo, por el sol y el calor, en ocasiones asfixiante, qué también hizo de las suyas en la tarde del Viernes Santo. Pero vamos a ir por partes para desglosar lo que supuso esta última jornada de nuestra Semana Mayor.

 

Como cada año, a las cuatro de la tarde abrían sus puertas las puertas de la Parroquia de las Viñas, para que comenzara su estación de penitencia la Hermandad de la Exaltación. Con Lorenzo picando de lo lindo, una fila de nazarenos de túnicas blancas y capa y antifaces azules avanzaban camino del Pelirón buscando el centro de la ciudad, llevando al viejo Jerez lo mejor de un barrio castizo y trabajador, mientras el paso de misterio, a las órdenes un año más de Manuel Jesús Tristán, y a los siempre magistrales sones de la Agrupación Musical de la Sentencia, salía el Señor de la Exaltación. Tras ellos, la Señora del Barrio, la Virgen de la Concepción Coronada, hacía lo propio con Isaac Núñez al martillo y con la novedad de la Banda ‘Maestro Eloy García’  de Málaga en el apartado musical (notable sorpresa la de esta banda con un repertorio de lo más sublime). La entrada en Carrera Oficial fue sencillamente espectacular y, tras la salida del primer templo de la ciudad, el camino de vuelta a su barrio, arropada por los suyos, dejó momentos memorables y de buen hacer cofrade.  

 

Del corazón de la Albarizuela, la Parroquia de San Pedro, llegó el contrapunto ascético a la algarabía que llega de las Viñas y del Campillo, con un morado y romántico cortejo, que se ha visto notablemente aumentado este año (bien por la juntas de Eduardo Velo y, desde finales de 2014, de Vicente Lozano), con un caminar adusto pero clásico, que podríamos denominar casi decimonónico. Jerez ha podido contemplar la soledad de María ante la Cruz, la María del “stabat mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa”, la María que es imagen del sufrimiento de tantas madres y que está junto a tantas y tantas cruces y crucificados de nuestra historia y nuestro ahora. Con un exquisito exorno floral y un acompañamiento que incluía capilla musical y voces interpretando cantos litúrgicos del barroco, la Señora de San Pedro, que este año ha sido restaurada, bendijo a Jerez de manera sencilla y sin estridencias. A reseñar el acompañamiento de mandos del Ejército del Aire, que nos retrotraían a tiempos pretéritos, y de antiguos miembros del Ala 22, que daban impronta marcial al cortejo. 

 

Y en un salto, pasamos de la Albarizuela a San Telmo, la vieja ermita donde las gentes de la mar se encomendaban a su patrón, San Pedro González Telmo. Hay una considerable multitud a las cuatro y media de la tarde, y bajo un sol de justicia, esperando a que aparezca el Cristo y su Madre, la Virgen del Valle Coronada, para que acaricien el rostro de un Jerez muy necesitado de buenas noticias. Estrenando unas potencias de oro realizadas con donaciones de este metal precioso por sus devotos , y un año más a los sones de Agrupación Musical San Juan y sobre su ya clásico monte de clavel rojo y sus candelabros tintineantes, el Cristo se hizo presente en el centro de la ciudad. Tras Él, la figura de San Juan Evangelista, el popular Juanillo, portado por los más jóvenes de la Hermandad, cantera de los que un día llevarán al Cristo sobre sus hombros. Y, por fin, Ella, la Morena del manto rojo, a los sones de la Banda de Palomares de Trebujena, que lleva la friolera de 36 años consecutivos acompañando a la Señora del Valle. La vuelta por el barrio de San Miguel, especialmente por Cruz Vieja (¡cómo se echa de menos el mítico Maypa!) y Cerrofuerte, hasta su ermita fue simplemente antológica, llena del mejor sabor cofrade de Jerez. 

 

Otro de los grandes focos de atención del día estaba al final de la Porvera, en la Victoria, donde la Hermandad de la Soledad, se disponía a realizar su estación de penitencia a partir de las siete y media de la tarde. A destacar un numeroso y ordenado cortejo de nazarenos y la presencia en ambas presidencias de mandos de la Guardia Civil. El retablo ambulante que realizara el gran Luis Ortega Brú salía por la puerta de la calle Ponce poco después de las ocho de la tarde, con 48 hombres a las órdenes de Jesús Sánchez Lineros, y acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores de la Caridad de nuestra ciudad. Poco tiempo después, hacía su aparición la Señora de la Soledad, bellísima como siempre, con treinta corazones bajo las trabajaderas que la mecían como una sola a la voz de Martín Gómez y los sones de la Banda del Nazareno de Rota. El susto vino cuando, una vez en calle Larga, a la altura de ‘La Moderna’, pareció que uno de los varales del palio se había partido o salido de su basamento. La incertidumbre aumentó en la plaza de la Asunción viendo como el palio caía hacia el costado izquierdo y descubriendo in situ que la holgura en el cajillo del basamento del varal era excesiva. Una vez en la Catedral, y habiendo cedido el paso a la Hermandad de la Piedad para que continuara su estación de penitencia, tras sopesar diversas opciones con el Consejo, el Cabildo Catedral y el propio pastor de la diócesis, monseñor José Mazuelos, que se encontraba en la Catedral, el equipo de mayordomía, ayudado por los hermanos de la Viga, se pusieron manos a la obra y pudieron subsanar el problema, abandonando el primer templo de la ciudad alrededor de la una de la madrugada. La recogida, marcada por este acontecimiento, se retrasó hasta las tres y media de la madrugada.

 

Y, por último, la hermandad de la Piedad se ponía en las calles de nuestra ciudad desde su capilla del Calvario poco antes de las siete de la tarde. Una fila de negros nazarenos, imagen del luto de un Viernes Santo, y las representaciones de las Hermandades y Cofradías de nuestra ciudad (no todas, hay que decirlo), el Cabildo Catedral con el obispo al frente y el Ayuntamiento de la Ciudad, anteceden la inigualable urna que realizara Juan Laureano de Pina y que contiene el cuerpo del Cristo yacente, sin vida, camino del mismo sepulcro donde al tercer día sonará el grito estentóreo de Dios a la humanidad que es la Resurrección de Jesús, la confirmación de que el mal y la muerte no pueden tener la última palabra. Tras la urna, un año más la Banda de Cornetas y Tambores Santa María Magdalena. Y, por fin el culmen estético que supone el duelo que acompaña a la Señora de la Piedad dentro del palio único e inigualable que bordaran las hermanas Antúnez, acompañada por la música de la Banda de Música Acordes de Jerez en su única intervención en Jerez esta Semana Santa. 

 

Tiempo habrá en estos días que vienen para las tertulias, análisis, detalles, estadísticas, conclusiones, exámenes de conciencia y demás divagaciones sobre la Semana Mayor que acaba de finalizar, quizás la mejor en los últimos veinte años. Ahora sólo nos queda seguir saboreando estos extraordinarios días que acabamos de vivir, y pensar que, sólo en 350 días, el 20 de Marzo de 2016, las puertas de la Escuela de San José volverán a abrirse para dar paso a una nueva Semana Santa que, esperamos, sea tan espectacular e intensa como ésta que acabamos de vivir.

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