El Huerto

El agua deja sin sus ángeles al Jueves Santo jerezano

  • Apenas 12 minutos después de su hora de salida la cofradía anunció que no saldría

COMO desgraciadamente reza el titular de esta crónica, la lluvia, tan deseada y a la vez tan inoportuna en esta ocasión, ha dejado a Jerez sin una de sus más clásicas estampas de Jueves Santo. Doce minutos pasaban de las ocho de la tarde cuando la Junta de Gobierno de la Hermandad de la Oración en el Huerto hacía oficial la decisión de no realizar estación de penitencia ante el aguacero que estaba cayendo y las pocas perspectivas de mejora que había. Quizá el recuerdo de lo acontecido el pasado año haya pesado lo suyo en la decisión tomada.

Le oí en más de una ocasión al maestro Fernández Lira que siempre vio acertadísimo que una Cofradía con sede en el convento de la Orden de Predicadores llevara dos ángeles, uno en cada paso. Pues bien, son dos los que físicamente se ven, el que acompaña al Señor orando en el Huerto en el misterio (¿Rostro de hombre? ¿Rostro de mujer? Una incógnita que no acabo de descifrar)  y el Confortador, atribuido a la Roldana, en el Palio. Pero son muchos más los que procesionan con la corporación de hábito dominicano: aunque ya no estén entre nosotros, Fray Domingo, Pepe Antonio, Antonio Asenjo,  Manolito, siempre Manolito, y tantos otros siguen haciéndose presentes en la corporación dominicana que unos genoveses fundaran mediado el siglo XVI y que, allá por 1941, fuera reorganizada para mayor grandeza de nuestra Semana Santa.

Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo dominico, hablaba de “contemplar y dar lo contemplado”, y eso es precisamente lo que esta cofradía pretendía ofrecer a su paso por las calles de Jerez: contemplar el momento trágico en el que el Dios hecho hombre, el Hombre que era Dios, se enfrenta a su momento supremo, el instante de la aceptación radical de la muerte como voluntad de Dios, magistralmente plasmado en el misterio al que dieran forma las gubias de Juan Luis Vasallo. Todo ello se ha quedado en nada a causa del agua, aun reconociendo que la decisión, aunque dolorosa, ha sido acertada.

Unos doscientos nazarenos, vistiendo hábito compuesto por túnica y escapulario blancos y capa y antifaz negros, al más puro estilo dominico, evidenciaban la tristeza de volver a quedarse por segundo año consecutivo sin realizar la estación de penitencia. Caras largas entre los costaleros que iban a portar ambos pasos de corporación, dirigidos un año más por Manolo Ballesteros (¡y van 31!) y por el bueno de José Luis Sánchez.

En definitiva, una tarde de Jueves Santo para olvidar en el que quizás sea el templo más mariano de la ciudad, que, junto a la hermosa Dolorosa nacida de las gubias de Pimentel, nos hace mirar tanto a las marismas de Almonte con la Virgen del Rocío como a al Jerez medieval con la Virgen de Consolación.

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