Toros

Talavante, feliz encerrona en Mérida

Después de seis años de sequía, TVE se lanzó al ruedo el año pasado en la plaza de Valladolid. Una corrida. Desde entonces, nada. Ayer, una tapita desde Mérida del ente público, al que el aficionado a los toros le debe muy poco. ¿Por qué no retransmiten festejos de las principales ferias en plazas de primera? ¿Por qué una retransmisión desde Mérida, en plena operación retorno?... Desde luego, si de lo que se trataba es de atraer nuevos aficionados o de elevar la audiencia la elección en un día como ayer no parece la más acertada.

En fin, con la baja de Morante por cornada en Huesca, el previsto mano a mano del sevillano con Talavante quedó en un festejo con el pacense en solitario en una plaza muy cuidada, pero que no llegó a llenarse.

Talavante, que cumplió ayer su cuarta corrida en solitario ante seis toros de Zalduendo, fue alentado por sus paisanos con una fuerte ovación al término del paseíllo y durante su actuación se sucedieron las ovaciones. El extremeño, a lo largo de la tarde, desplegó una gran variedad capotera: verónicas, largas, chicuelinas, tafalleras... Se mostró animoso y correcto en la lidia del primero, un ejemplar bien presentado, que resultó muy noble, pero que salía muy suelto de las suertes. Lo recibió con una larga cambiada de rodillas frente a toriles. Brindó a Morante, quien ocupó un burladero. Lo más brillante fue una serie diestra, con suavidad. Cerró con manoletinas. Y mató al primer envite para cobrar el primer trofeo.

Con el segundo astado, un ejemplar bien hecho y sin entrega, labor insulsa, finiquitada con estocada y descabello para sumar otra oreja.

El tercer zalduendo embistió con nobleza y humillación. Faena más sólida, dedicada al empresario, José María Garzón, en la que los mejores pasajes llegaron en la recta final, con una tanda diestra de mano bajo. El torero sorprendió al público canturreando por bulerías, entre tanto muleteaba. Estocada, descabello y dos orejas.

Con el cuarto, un toro serio, de nombre Taco, se armó, precisamente, el taco. Con manga ancha en el indulto de un toro noble, que descolgaba bien, pero que llegó incluso a rajarse en la faena. Una faena con un preludio de suma suavidad. El pacense hizo guiños a la tauromaquia mexicana, como intercalar arrucinas en dos series diestras de gran calidad. Bellos naturales sueltos. Deslumbrantes cambios de mano. Adornos y ajustados pases de pecho. El torero forzó el indulto, dirigiendo reiteradas miradas al presidente, que le envió un aviso. Al final, el usía cedió y sacó el pañuelo naranja.

Con el quinto cornúpeta, bajo, de embestidas muy cortas, el diestro se conformó con una labor de trámite, mal rematada con la espada.

Y con el sexto, muy noble, pero que se apagó pronto, realizó un trasteo desceñido y con apuntes estéticos, que no tuvo frutos.

Con dosis de triunfalismo, la encerrona resultó feliz para Talavante, quien salió de la plaza a hombros, rodeado de decenas y decenas de jóvenes en la anochecida de la romana Emerita Augusta.

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