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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

La ciudadanía educada

HOMBRES sesudos y en edad respetable andan reunidos para modificar los contenidos de una asignatura innecesaria y obligatoria, y condenable por esta contradicción, que es un error hasta en el nombre: los ciudadanos no es lo mismo que la ciudadanía. A los primeros se les puede educar, pero no con una asignatura; a la segunda, como a todas las abstracciones, es mejor dejarla por sus fueros pero vigilada. Tanta memoria histórica imposible para, al fin, imitar la Formación del Espíritu Nacional. La melancolía por la ausencia de Franco no la va a superar la izquierda española en decenios. Las ideologías, cuanto más obsoletas son, más huérfanas se quedan cuando muere el enemigo que les da sentido, y la orfandad da un sentimiento de pérdida que se llena con la negación de la muerte. El zombi de Franco ha inspirado Educación para la Ciudadanía y, lejos de derogarla nada más llegar al poder, el actual gobierno se sienta a discutir los contenidos.

Los lectores atentos y curiosos, dos cualidades raras sin las cuales sólo hay prejuicios, pueden buscar los libros que servían de guía para educación política durante el franquismo. Comprobarán que en la mayoría de los casos no se enseñaban sino valores cívicos para la convivencia de todos los españoles en la unidad histórica de España. Sobre España no se enseñaba nada que Franco hubiera inventado y que no fuera una realidad desde hacia siglos. Franco no inventó nada, ha sido la izquierda huérfana la que ha inventado a Franco. Ahora bien, ni entonces ni ahora deben existir asignaturas obligatorias que tuerzan las mentes para llevarlas al rebaño igualitario. Franco no lo pretendió en su asignatura, pero el socialismo en la suya sí, porque sigue la tradición de los totalitarismos alucinados, sin sospechar que es tropezar otra vez en la misma piedra. El igualitarismo, que no es la igualdad, sino aberración política, lo explica Ayn Rand, citada ayer: un muchacho media 1,90 metros y era vigilado por los educadores, porque había algo maléfico en sus huesos y había crecido más que sus compañeros.

La educación en sentido amplio no se estudia en una asignatura, ni en un colegio determinado ni en ningún sitio concreto. La forman múltiples referencias que empiezan por los ejemplos de la casa familiar y depende de la inteligencia y las inclinaciones de cada persona. No todos los hijos de unos mismos padres, criados en la misma casa son iguales. Las referencias para una educación son tantas, y dependen tan poco del poderoso Estado, que están en la literatura, en el cine, en los juegos, en los gustos, en la vocación, en los meteoros, en el paisaje, en el arte, en los fósiles, en los ectoplasmas, en la música; está, en suma, en las libertades individuales y en la inteligencia educada para saber elegir. El Estado y la política no pueden ni tienen nada que hacer en este asunto, salvo enseñar para favorecer las cualidades desiguales de los hombres.

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