LA primera verdad del hombre es la vida humana. Es su realidad radical. Nos lo enseñó Ortega. El hombre se entiende a sí mismo sólo desde su propia vida, y su circunstancia. Marías amplió esta visión. La vida humana de cada uno es una innovación radical, algo nuevo no experimentado antes, irrepetible e irreductible a cualquier otra realidad. El existir humano había dejado tras 20 siglos de ser cosa, para renacer en la vida personal y biográfica de cada uno. Desde entonces no preguntamos qué es el hombre, sino quién soy yo, y qué va a ser de mí. En esa perspectiva "personal" el hombre no es solo presente, lo que vivo aquí y ahora, sino pasado (memoria) y el futuro que está por llegar, y al que podemos anticiparnos. El hombre es por tanto proyecto, posibilidad. La filosofía española del siglo XX (Unamuno, Ortega, Marías) es todavía innovadora y aún no ha sido superada por americanos, alemanes o franceses. A esta fuente fresca hemos dejado de acudir, secada por otras filosofías utilitarias de lo esencial humano: el placer de lo instantáneo, el consumo, la fugacidad del sentimentalismo vuelto de espaldas a la razón y la inteligencia, desdibujando la frontera entre lo humano y lo deshumanizado. Por eso la vida de muchos transcurre con amargura e infelicidad, porque se les ha privado de la capacidad de pensar, de pensarse. De ahí la soberbia, la corrupción propia y la institucional. Es la mentira la que nos gobierna hoy. De esto no nos salva un partido político, ni viejas fórmulas revolucionarias de organizarse. Solo nos podemos salvar colectivamente si cada uno se pone manos a la obra en la noble de tarea de pensar, de anticiparse en un proyecto común: ese día acabaremos con las mentiras del relativismo, del aborto-derecho, del nacionalismo, de la corrección política y tantas otras. Por mí, que no quede.

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