Desde la ciudad olvidada

José Manuel / Moreno / Arana

El legado de la Compañía

25 de agosto 2015 - 01:00

LA historia de los jesuitas en Jerez comienza en 1574 pero no es hasta comienzos del siglo XVII cuando esta orden se instala en el lugar que hoy ocupa la llamada 'Sala Compañía'. Del primitivo colegio levantado en el seiscientos sólo queda parte del claustro dentro de un edificio de viviendas situado al lado de la antigua iglesia. Esta última, construida tras un devastador incendio, fue acabada en 1704. Su decoración interior duró varias décadas y en ella participaron conocidos artistas de la zona. Debió de ser uno de los conjuntos más deslumbrantes del barroco del siglo XVIII en la ciudad. Sin embargo, su existencia fue efímera. En 1767 los jesuitas son expulsados por Carlos III de todos sus dominios. A partir de entonces comenzó la dispersión de todas sus piezas artísticas. Retablos y esculturas se repartieron por distintos templos jerezanos: el retablo del altar mayor se colocó en San Dionisio, los laterales se cedieron a Santiago, San Juan de los Caballeros o San Mateo, ciertas imágenes acabaron en San Marcos… Cuando los jesuitas vuelven en 1887 logran recuperar algunas de ellas. Otras, la mayoría, por desgracia, sucumbieron a los gustos antibarrocos del siglo XIX y fueron destruidas. En 1972 la Compañía abandona nuevamente, y ya de manera definitiva, su sede original y se traslada a la nueva parroquia de Madre de Dios. Desde ese momento todo el legado artístico de la orden empezó a ser un pesado lastre. Alguna imagen fue a parar a Antequera, otras ¡hasta Japón!

Hace poco los jesuitas han decidido irse a El Puerto y con ellos se han llevado tres tallas, entre las que sobresale un San Ignacio. Su espléndida cabeza muestra el bello ascetismo de los santos del imaginero Ignacio López. Con él se marcha otro pedazo de nuestra historia, de un patrimonio cultural del que ha formado parte durante tres siglos.

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