Elogio de la zambomba

14 de diciembre 2025 - 03:07

El último padrón dice que en Jerez somos 213.000 habitantes. Por tanto, y ayudados por una sencilla regla aritmética, podemos concluir que existen 213.000 opiniones distintas sobre el fenómeno de las zambombas. Hay debate. Se suceden -normalmente al pie de una barra- las charlas magistrales sobre el cuándo y el cómo, la pureza, el artificio, el carrizo, la Micaela, el curita y el almirez. Solo hay un extremo en el que todos los jerezanos estamos completamente de acuerdo. Sin fisuras. Somos Fuenteovejuna en lo que se refiere al nombre único y primigenio de esta tradición: Zambomba. Cualquier otro atisbo de palabro o sucedáneo lingüístico para designar nuestra manera de celebrar la Navidad nos transforma sin remisión en la niña del exorcista. Convulsiones, sapos y culebras.

Y mientras discutimos si son galgos o podencos el eco de la zambomba ha alcanzado Nueva York, rebotando entre el acero, el asfalto y el cristal de la Gran Manzana, conjurándose para contagiar nuestro compás por Madison Avenue, que es larga pero no es muy serena. La onda expansiva de los villancicos según Jerez ha llegado a la capital del mundo, allí donde cualquier cosa puede pasar, al paisaje de la multitud que vomita, a esa esponja gris que diría Federico. El domingo pasado -lo enseñará pronto en Canal Sur Televisión mi querido Manu Martínez- se celebró en el Barrio’s Artspace de Manhattan, con cartel de no hay billetes, la primera “zambomba de Jerez” (sic). Puede que estemos ante algo anecdótico o puede que Luis de Perikín sea elegido para inaugurar el árbol de Navidad del Rockefeller Center en un par de años, con Rosalía por detrás enseñando al personal a tocar las palmas. Como le dé a los yanquis.

Las zambombas han rebosado por encima del mapa local y patrio, este alboroto resucitado de palmas y panderetas se ha llevado por delante con todas sus letras la frontera que cuelga del nombre de nuestra ciudad. Ya no cabe medio alfiler en la calle, como ocurre en estas fechas en las grandes capitales, pero aquí la gente no viene buscando un Primark sino una épica.

La tradición y las masas pueden convivir. Ya lo hacen, de hecho. Solo hay que saber proteger lo primero y controlar lo segundo. Me gusta ver el Gallo Azul como un Times Square en fin de año mientras suena ‘A la hojita verde’. Y eso solo es posible en Jerez, donde las zambombas. Que conste que esto es solo una opinión, la mía. Hay otras 212.999 en la ciudad

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