Manuel Ríos Ruiz

Los poemas que nos vivifican

CON ocasión del Día de la Poesía, cada veintiuno de marzo un grupo de amigos nos reunirnos para comentar nuestras lecturas últimas, las llevadas a cabo entre marzo y marzo. Y por regla general, más que las lecturas de nuevos poemarios, comentamos las relecturas que cada uno ha realizado por motivos muy diversos. Por eso hoy, al acordarnos de la cercanía de tan agradable cita anual, he querido hacer memoria de los poemas leídos por vez primera en el señalado espacio de tiempo y también de los releídos, una vez y otra casi siempre, porque nos vivifican.

De los primeros, tenemos presente los de "Kora", libro premiado con el Adonaís de 2008, original del mejicano Rogelio Guedea, un poeta que reside en Nueva Zelanda, desempeñando su labor docente en la Universidad de Otago. Resulta que la palabra kora tiene distintas acepciones según la cultura que se tome como base, y la cercana al contenido de los versos de Rogelio Guedea es la maorí, perteneciente a los indígenas neozelandeses, con el significado de chispa, tizón o resplandor, y en estos sentidos puede entenderse como un conjunto de gozosas motivaciones emocionales, espirituales e intelectuales. Y de "Kora" nos ha encantado, esa es la palabra, el poema "Lectura en voz baja", sumamente original: "De quien será esa voz que escuchas mientras lees ese libro que es y nos es./ La voz que va reproduciendo en silencio las palabras, frases, párrafos, capítulos./ Voz que avanza y retrocede, agazapada o erguida, trémula o sonora./De quién será el tono de esa voz, su tesitura, la velocidad con que pasa de una página a otra./ ¿Una voz extraña o familiar?/ ¿Sexuada o asexuada?/ ¿Sola o en la compañía de ti mismo?/ Una voz extraña y familiar, sexuada y asexuada, sola y en la compañía de ti mismo./ De ti que apenas terminas de escucharla y ya eres otro". Es un poema para preguntarnos: ¿nos ha pasado y nos pasa lo mismo?

De las relecturas llevadas a cabo en los doce meses recientes, nos refetiremos en la citada reunión de amigos el próximo día veintiuno de marzo, en torno a un velador de la Cafetería del Círculo de Bellas Artes madrileño, a la correspondiente a "Cántico", el inmortal libro de Jorge Guillén. Y primordialmente del poema titulado "Prólogo", digno de ser leído cada mañana: "Otra vez el día/ trajinante debe/ pasar por el puente/ previo de la prisa./ Que entre tantos riscos/ -oh recta feliz-/ conduce hasta el quid/ del propio equilibrio./ ¡Ay, cuántos rodeos/ rizan la artimaña/ que todo lo salva!/ Pero mi secreto,/ mi secreto inhábil/ entre los relojes/ calla tan inmóvil/ que apenas si late./ No importa. ¡Permanezcan/ los días en prólogo!/ Buen prólogo: todo,/ todo hacia el poema".

Naturalmente, durante el espacio de doce meses todos hemos leído o releído nuevos y antiguos poemas que nos maravillan, pero realmente algunos por la razón que sea o por la impresión que nos causan prevalecen más en la memoria. Y en ellos se basa la reunión que celebramos un grupo de amigos cada día veintiuno de marzo.

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