Pretérito perfecto

Manuel / Romero / Bejarano

La asombrosa y triste historia del Moro Ginete (I)

UNO de los problemas más importantes de Jerez de la Frontera durante los últimos siglos de la Edad Media fue el abastecimiento de agua potable. En la elección del emplazamiento de la población actual primaron las ventajas defensivas que ofrecía el lugar, frente a otros requisitos como podía ser la disponibilidad de agua de calidad para el consumo humano. De hecho, en la ciudad existía tan sólo un manantial que daba origen al arroyo de Curtidores, y sus aguas eran salobres, por lo que desde la época islámica esta corriente era utilizada exclusivamente como vía de evacuación de los residuos generados por curtidores y carniceros, establecidos a sus orillas(1). El resto del agua que se utilizaba provenía de pozos, muy numerosos en la localidad pues Jerez se encuentra situada sobre un importante acuífero.

Esta situación planteaba dos problemas. La calidad de las aguas de pozo, que se sacaban en el propio casco urbano o en sus proximidades, de terrenos habitados donde además se realizaban actividades agropecuarias, no podía ser muy buena. El riesgo de contaminación era alto, máxime teniendo en cuenta la cabaña ganadera con que contaba la ciudad, una buena parte de ella dentro de las calles. Por otro lado, conforme la población fue creciendo (algo que no dejó de suceder en Jerez desde mediados del siglo XIV) se iba incrementando la presión que se ejercía sobre los recursos hídricos. La situación se tornaba dramática en épocas de sequía, cuando faltaba un elemento ya de por sí escaso.

Pese a que en muchos de los hogares jerezanos existían pozos, el agua que se extraía de los mismos no era recomendable para el consumo. De ahí que la mayoría tratase de consumir agua de manantial o (en su defecto) de los pozos más alejados del casco urbano y por ello más limpios. Para este fin se recurría a lo que la documentación original denomina azacanes, que eran los encargados de ir a las diferentes fuentes y pozos y cargar sus carros con cántaros llenos de agua que distribuían por las calles o bien vendían en la actual plaza Plateros, donde el líquido se guardaba en unas grandes tinajas para su venta(2). Conservamos una ordenanza de 1468 por la que sabemos que habitualmente cada aguador llevaba cuatro cántaros en su carretón y estaba obligado a pagar un precio fijo cada día por el derecho a sacar agua(3). Cada cántaro tenía una capacidad de una arroba, o sea 16,6 litros. Las limitaciones del transporte en aquel entonces, en carretas y por caminos de mala muerte, imposibilitaban que la cantidad de líquido que llegaba a la localidad diariamente fuese muy elevada, por lo que los precios eran altos y sólo podían ser pagados por las familias pudientes. Por si esto fuera poco, la alteración fraudulenta de la capacidad de los cántaros por los alfareros (de acuerdo con los azacanes) no hacía sino perjudicar más a la población(4).

Por su parte, el Ayuntamiento trató de facilitar el acceso de los jerezanos a aguas de calidad, pero la nefasta gestión municipal, la dificultad de las obras y la escasez de recursos económicos hicieron que los resultados fuesen poco satisfactorios. Desde el siglo XV fue una verdadera obsesión municipal que llegase hasta el casco urbano el agua de alguna de las numerosas fuentes del término y para ello se recurrió a los más destacados ingenieros del momento, que presentaron ante el cabildo bizarros proyectos que no se ejecutaron. Tan sólo se consiguió durante el XVI hacer llegar el líquido elemento proveniente del manantial de los Albarizones hasta la zona conocida como la Alcubilla (a unos 200 metros de los muros de Jerez) y también el agua de varios pozos del extrarradio, que sí que pudo ser introducida en las calles, aunque ambas cosas se llevaron a cabo con numerosos inconvenientes. De hecho, el problema del abastecimiento no se solucionó hasta el siglo XIX, al poder traerse a la población el agua del copioso manantial de Tempul, que comenzó a surtir los hogares jerezanos en 1869. Antes de entrar en materia diremos que existe un libro que pretende tratar en profundidad el asunto que nos ocupa, pero está tan mal hecho que no pasa de ser una charlotada, por lo que tan sólo utilizaremos algunos de los pocos datos cabales que en él se contienen y aún así, lo haremos con reservas(5).

Hemos dicho que, a falta de agua de más calidad, Jerez tuvo que conformarse con el abastecimiento de agua de pozo durante toda la Edad Media e incluso durante Edad Moderna. Ya dijimos que la capacidad del transporte de la época era más que limitada, por lo que la cantidad de agua de manantial que llegaba era muy poca y, en consecuencia, cara. Por eso, la mayoría de los habitantes bebía agua de pozo. Esta situación tan penosa no debe extrañarnos. La falta de medios económicos y la dificultad de llevar el agua desde manantiales a las ciudades fueron los responsables de que en otras poblaciones españolas de mediana importancia (como Jerez en el XV) no hubiese más que pozos para el consumo humano, como era el caso de Cádiz o La Coruña(6). Los principales pozos jerezanos, aún siendo de propiedad pública, se arrendaban a particulares que se encargaban de gestionarlos de manera que la gente nunca se viese desabastecida, si bien en más de una ocasión los problemas con los arrendadores hacían que el servicio fuera insuficiente.

POZO DEL OLIVAR

Este pozo se encontraba situado en las proximidades del arrabal de Santiago, en la zona que hoy corresponde a la calle homónima. Las primeras noticias que tenemos sobre él se remontan a 1438, pues se sabe que en aquel año el mayordomo de la Ciudad había librado cierta cantidad como pago a unas obras allí realizadas(7). A causa de los problemas de abastecimiento que sufrió la ciudad hasta hace relativamente pocos años, este pozo continuó funcionando hasta comienzos del siglo XX, cuando era conocido como Pozo de Ramos(8).

POZO DE LA VÍBORA.

Situado a escasos metros de la Puerta de Rota, este pozo estaba enclavado en la zona que ocupa actualmente el barrio de Picadueñas, donde aún se conserva el topónimo. Se tienen noticias de su existencia desde mediados del siglo XV. En 1464 el estado de deterioro del edificio obligó al Cabildo a nombrar a dos regidores para que se ocupasen de su reparación. Los elegidos fueron Juan Riquel y García Dávila, quienes inspeccionaron la zona con maestros de albañilería. Éstos dieron las condiciones para hacer la obra, hoy perdidas, aunque se conservan las modificaciones que de las mismas hicieron los capitulares y por ellas podemos intuir que se trataba de una reconstrucción del pozo, ya que se indican tanto el grosor de la rosca como las medidas del pilar(9).

LA AZACAYA.

En las inmediaciones de la actual plaza del Mamelón existía una noria (o azacaya) con la que se extraía agua de un pozo al que acudían tanto azacanes como ciudadanos de a pie, recibiéndola estos últimos gratis. Se conoce su existencia desde 1468, pues se sabe que ya en estas fechas los azacanes extraían agua de este lugar(10). Las instalaciones, de propiedad municipal, eran arrendadas, entrando en el mismo lote una casa y un pequeño terreno que podía ser cultivado. Esto lo sabemos por que en 1575, coincidiendo con un periodo de sequía, se comunicó al cabildo que el arrendador, según la documentación consultada "un onbre pobre"(11), había huido dejando sin servicio el artefacto y abandonando casa y tierra.

NOTAS

1. ÁLVAREZ LUNA, María de los Ángeles, AROCA VICENTI, Fernando, GUERRERO VEGA, José María y ROMERO BEJARANO, Manuel: "Historia de la Casa Bertemati", en PINTO PUERTO, Francisco (coord.) La Casa Palacio Bertemati (1776-2006). Córdoba. Cajasur. 2008. pp. 25-67.

2. RALLÓN Y DE MERCADO, Esteban: Historia de la Ciudad de Xerez de la Frontera. Cádiz. Universidad de Cádiz. 1998. Vol. IV, p. 136.

3. ARCHIVO MUNICIPAL DE JEREZ DE LA FRONTERA (a partir de ahora A.M.J.F.). Archivo Histórico Reservado. Cajón 1. N.º 40. Antiguas Ordenanzas Municipales. Fol. 81.

4. A.M.J.F. Actas Capitulares. 31 de marzo de 1455. Fol. 34.

5. LEÓN MORGADO, María Jesús de: "El agua en la antigüedad. La etapa medieval" y MOLINA MARTÍNEZ, José M.: "El abastecimiento de agua en la Edad Moderna: una fase transicional en Jerez de la Frontera", ambos en BARRAGÁN MUÑOZ, Juan Manuel (coordinador): Evolución del abastecimiento urbano. Jerez. Ajemsa. 1994. pp. 55-84 y 87-116 respectivamente. Esta obra, que según tengo entendido fue un encargo de la Empresa Municipal de Aguas de Jerez, es un auténtico mamarracho, ya que sólo da algunos datos inconexos, mal interpretados y sacados de documentos que no han sido bien transcritos. En resumen, una alhaja.

6. GONZÁLEZ TASCÓN, Ignacio: Fábricas hidráulicas españolas. Madrid. CEHOPU. 1992. p. 326.

7. A.M.J.F. Actas Capitulares. 1438. Fol. 40 vto. 16 de mayo. Citado por LEÓN MORGADO, María Jesús de: Op. Cit.. p. 74.

8. MUÑOZ Y GÓMEZ, Agustín: Noticia histórica de las calles y plazas de Xerez de la Frontera. Jerez. Imprenta del Guadalete. 1903. p. 273.

9. A.M.J.F. Actas Capitulares.1464. Fol. 38 y ss. 11 de abril. Citado (y bastante mal, por cierto) por LEÓN MORGADO, María Jesús: Op. Cit, pp. 75-76.

10. Véase la nota 4.

11. A.M.J.F. Actas Capitulares.1575. Fol. 95. 25 de mayo.

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