Tras la resaca del inhóspito día de los enamorados, estamos asistiendo a una letanía de desenamoramientos sustanciales que duran el resto de meses y meses que dura un año. No de otra forma se entiende la necesidad que se tiene por estos lares de estar enfrentados por cualquier cosa. Ejemplos de tanta falta de amor los hay y son los que dan credibilidad a tanta gana de joder. Y es que, tras dos días, hoy jueves, es el día de los amores imposibles. Esos que ni con pegamento. Esos que son difíciles de fraguar por mucho que Cupido tenga miles de flechas de repuesto.

Que si la zona franca contra el parque empresarial de Guadalcacín. Que si el aeropuerto de la provincia frente al puerto de Cádiz. Que si equipos de primera contra los de segunda federación. Un carnaval decimonónico frente a otro incipiente o una feria que representan a las claras las diferentes maneras de divertirse que los pueblos generan. Ganas de enfrentar por el mero hecho de tener un tren de cercanías o un katamarán de la bahía. Bastantes energías perdidas en saber si el campus gaditano es más de la bahía o de la campiña y si las facultades tienen niveles en función de dónde se sitúan. Un maremagnun de sedes administrativas de ministerios o de consejerías que nadie se entera, al igual que ciudades la justicia, del flamenco o de la innovación.

Y lo curioso es que, en medio de ambos días, ayer se celebró el día del cáncer infantil para hacernos ver, a todos los que estamos enamorados de la inocencia infantil, de lo que realmente es importante. Hay que dejarse de cuitas infantiloides que no llevan a nada. Un largo peregrinar por intereses creados de todo tipo que lo que hacen es restar en vez de sumar y que no ayudan a una zona ya desenamorada de muchas cosas.

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