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Eduardo Osborne

Desmontando el 'no'

14 de septiembre 2016 - 01:00

COMO tantos, a mí me hubiera gustado que los parlamentarios del Partido Socialista se hubiesen abstenido en la votación de la investidura del candidato a presidente del Gobierno de España, colaborando así a que el país contase con un Ejecutivo ya, después de dos elecciones y con tantísimo por resolver, no tanto por un apego excesivo al Partido Popular y al señor Rajoy, sino sobre todo por una cuestión de estabilidad, sensatez y lealtad institucional.

No caerá esa breva, y salvo descalabro monumental en las próximas elecciones vascas y gallegas que llame a una revisión urgente, todo apunta a que el no, no, no del secretario general seguirá secundado por el Comité Federal, abocando al país a unas terceras elecciones que, curiosamente, sólo benefician al Partido Popular. Y si eso es así, y tampoco se atisba excesivo interés en buscar la alianza con las izquierdas y los nacionalistas, ¿por qué los socialistas se empeñan en esta huida a ninguna parte? En mi opinión, por una cuestión de miedo. A este PSOE de los 85 diputados, perdida su condición de partido central de las clases medias a favor del PP, sin un liderazgo consolidado y en un escenario muy polarizado, le asalta una sensación de pánico que le impide tomar la decisión más razonable.

Mucho se habla sobre Sánchez y su antipática negativa a sentarse en serio con el PP, pero para mí que en el partido y en una buena parte de sus votantes, más allá de algunas voces distinguidas, predomina la posición de que la tan demandada abstención lo que en realidad supone es la entrega del poder, y esa es, de todas las malas, la peor de las opciones. No se olvide que, al otro lado, aguardan expectantes y afilados Pablo Iglesias y los suyos, deseosos de poder presentar a la opinión pública la rendición de todo un PSOE al enemigo, que no otra cosa son la derecha y sus agentes que han arrumbado nuestro bien ganado estado del bienestar, y así reeditar con el éxito que no han tenido hasta ahora el discurso de la casta.

Esta negación reiterada tiene mucho de componente legitimador como partido hegemónico de la izquierda, de estrategia defensiva a la espera de tiempos mejores, de páseme de mí este cáliz, y que sean los electores quienes, por pudo hastío, pongan al gallego por fin de presidente. Y entonces, cuando la tormenta se haya alejado de la playa, ya emergerá alguien para recomponer la situación con los restos del naufragio.

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