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Descanso Dominical

Perra vida

Se necesitan con toda urgencia voluntarios para ayudar a salvarle la vida a estos animales, “aunque sea una tarde a la semana”

En España hay más perros que niños. Es un dato oficial que nos pone frente al espejo como sociedad y, al mismo tiempo, esboza un futuro en el que nos quedaremos sin pensiones públicas pero a cambio habrá un pipican en cada esquina. Es de agradecer. Así no tendrá que ir uno con el tacataca y sin un duro en el bolsillo esquivando mojones caninos por las aceras, como todavía ocurre en nuestras ciudades. Es verdad que el personal es ahora mucho más cívico, dónde va a parar, y los ves a casi todos paseando a sus mascotas -o siendo paseados por ellas- y cargados de bolsas, guantes y botellas de agua, que alguno parece que fuera a trasplantar un bosque de coníferas más que sacar a Sultán para que haga sus cositas. Dicho esto, aunque su población se ha visto bastante reducida, todavía quedan en libertad ejemplares de guarro clásico, conocido también como gorrinus cerdícola u homo melasuda. Es el que nunca se agacha a recoger los regalitos de su mascota, el que silba y mira para otro lado mientras el perrete decora el asfalto con un ñordo que ni Dumbo en edad adulta, el mismo que se pone chulo y se te encara si le dices algo. El entorno de la calle Conocedores, en Jerez, podría ser a tenor del paisaje el hábitat de uno de ellos. Caminar por sus escuálidas aceras en los últimos años se ha convertido en una suerte de eslalon donde solo el equilibrio y la agilidad te permiten salir de allí con los zapatos limpios, sin barro genético en las suelas. Algunos niños que pasan por este barrio, de camino a colegios como La Salle Buen Pastor o la Compañía de María, la han rebautizado como “la calle de las cacas”.

Al incívico parece que ya lo tenemos acorralado, pero nos queda mucho todavía con otro ser mucho más despreciable, el inhumano. En este mismo periódico días atrás un titular alertaba: “Las protectoras y asociaciones de animales en Jerez ya no pueden más: desbordadas por los abandonos”. Magnífico y muy completo el reportaje de María Valero que nos ha desvelado unos números espeluznantes con respecto a la masificación de estos centros. Más allá de los perros, el problema se extiende también a los gatos -”nos llegan entre ocho y diez cada 24 horas”- y se necesitan con toda urgencia voluntarios, “aunque sea una tarde a la semana”, para ayudar a salvarle la vida a estos animales de compañía en santa compaña a los que alguien ha condenado a la soledad y a las cunetas si no es por estas asociaciones.

El día que quiera una mascota, adóptela; rescate a uno de ellos, y tenga en cuenta que tener un animal en casa conlleva una responsabilidad que se llama civismo y humanidad.

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