Apesar de los avances científicos y tecnológicos, el ser humano se ve sometido a presiones laborales, familiares, políticas, sociales y económicas que marcan el ritmo de su existencia y elevan sus niveles de cortisol produciéndole estrés. En los países más avanzados, los estudiosos han observado que los lazos interpersonales tienden a debilitarse debido a que los individuos, inmersos en su propio desarrollo, desatienden las relaciones con su entorno más cercano. Estos comportamientos impiden que se teja una red que resulta imprescindible, ya que la comunicación y la cercanía con otras personas forman parte del buen funcionamiento del ser humano porque se da paso al afecto, el cual no viene dado por ninguna estructura, ni gubernamental, ni social.

Los expertos alertan de la importancia de mantener una buena salud emocional y mencionan lo relevante de recibir un mínimo de tres abrazos al día. Por intrascendente que parezca, la tibieza de un ser que nos brinda cariño aunque sea unos segundos, ayuda a equilibrar nuestras emociones y a mejorar nuestro ánimo. Sentirse querido y aceptado refuerza de manera significativa el sistema inmunológico previniendo enfermedades o ayudando a sanarlas.

Un abrazo, además de transmitir bienestar, confianza y calidez humana, disminuye drásticamente el riesgo de caer en depresión, de sentirse aislado o hasta olvidado. Éste acto constituye un bien intangible que no se ve reflejado en ningún presupuesto pero que si cotizara en bolsa haría subir significativamente el precio de las acciones. Los investigadores aconsejan dejar de lado el temor de acercarnos al otro, de obsequiarle un beso y de estrecharle entre los brazos. Es necesario aprender el abecedario de los sentimientos, desentrañar sus misterios y ponerse a la tarea de repartir aprecio como un bien muy preciado. Para ello hay que recorrer los callejones de los afectos, de todos, incluso de los escondidos, para evitar que nadie sienta que la vida es fría, impersonal e intrascendente.