De prófugo a hijo pródigo

Si Sánchez resiste en el cargo, en dos años y siete meses superará en tiempo a todos los presidentes menos a González

Si Pedro Sánchez hizo números anoche en Málaga, además de 179 tendría otras cifras en la cabeza. Hace tres años y siete meses que superó la estancia de Calvo Sotelo en La Moncloa y nueve meses que rebasó a Adolfo Suárez. Le falta un año y tres meses para adelantar a Rajoy, un año después dejaría atrás a Zapatero y cuatro meses más tarde sobrepasaría a Aznar. Si resiste en el cargo, en dos años y siete meses sólo le quedarán por delante los 13 años y cinco meses de Felipe González, el líder socialista que lo detesta.

Pero él ya no necesita la estadística para pasar a la historia de España, le basta con sus actos. La temeraria maniobra que está a punto de hacer sólo saldrá bien si sus socios ultranacionalistas se comportan con lealtad a la Constitución. Y hay razones para dudarlo. Puede que el reconocimiento nacional de Euskadi y Cataluña y la ampliación de los privilegios vascos y navarros a los catalanes consigan contentar a los independentistas. Pero el riesgo es que abra una profunda herida en el resto de España.

Que Puigdemont se vaya de rositas solivianta a muchos españoles, incluidos votantes socialistas. Es escaso el entusiasmo que despierta este acuerdo en el interior del PSOE, detrás de la generosidad con la que el partido gobernante afirma acoger en el seno constitucional al hijo pródigo Puigdemont. Los datos de la consulta no fueron excelentes: 58 de cada 100 militantes andaluces aprobaron los pactos y sólo el 52% del censo lo hizo en Cataluña, lo que da idea de lo antipático que resulta el prófugo, antes de convertirse en pródigo. La foto del jubiloso Sánchez con un satisfecho Ortúzar ayer en el Congreso, para cerrar los números de la investidura, contrasta con la ausencia de imágenes de la firma que dos ayudantes hicieron el día anterior en Bruselas en representación del PSOE y Junts. El semblante afligido de Santos Cerdán el jueves era la antítesis del regodeo que transmitía Puigdemont.

El ultranacionalismo ha ganado la puesta en escena, hasta el punto de que en el documento conjunto ni siquiera se menciona que hubo una declaración de independencia de Cataluña. Los acuerdos de Bruselas por los que Puigdemont borra sus delitos y Sánchez continúa en La Moncloa recuerdan a lo pactado en Oslo entre Israel y los palestinos. Allí se recogían los muchos desacuerdos y se detallaban varios compromisos cogidos con alfileres. El eslogan nunca llevado a la práctica era paz por territorios. En el tratado PSOE-Junts se cambia impunidad por investidura. (Y los acuerdos de Oslo fueron un fracaso).

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